Fabrizzio Ferrari
La Juventus volvió de España con un empate que deja una sensación ambigua: el resultado no es negativo en términos aritméticos, pero sí preocupante desde el punto de vista estructural. El 2-2 contra el Villarreal refleja a una Juventus competitiva y capaz de reaccionar, pero aún demasiado frágil en los momentos determinantes. Para un equipo que aspira a volver a ser grande en Europa, los síntomas observados en La Cerámica no pueden pasar como simples anécdotas.
El primer tiempo fue una demostración de los problemas recurrentes que arrastra el conjunto de Igor Tudor: falta de intensidad en la presión, distancia excesiva entre líneas y una preocupante pasividad en la construcción ofensiva. El Villarreal, sin desplegar un fútbol brillante, controló con facilidad mediante circulación en campo rival y amplitud constante. El gol de Mikautadze al minuto 18 no sorprendió a nadie; fue la consecuencia natural de una Juventus que defendía en bloque bajo sin agresividad y sin capacidad para robar alto.
La reanudación del encuentro ofreció una imagen distinta. Tudor ajustó la presión y adelantó el bloque, sofocando la salida del balón de los dirigidos por Marcelino García. El empate llegaría gracias a un lujo de Federico Gatti, que haría que el balón toque la red con una chilena. Desde ese momento en adelante, la Juventus cambió la cara y mostró un dominio amplio durante gran parte de la segunda mitad. Para lograrlo, tuvo que ingresar Francisco Conceição, quien aprovechó un error grosero de Parejo para dar la vuelta al marcador.
Sin embargo, la gestión del tramo final volvió a ser deficitaria. Con ventaja y un escenario controlable, la Juventus cedió metros de forma innecesaria. No hubo control mediante posesión ni capacidad para congelar el ritmo con faltas tácticas o cambios de perfil. Los italianos perdonaron al submarino amarillo en numerosas ocasiones. El equipo permitió que el Villarreal se instalara en campo rival y acumulase centros laterales. La ley del ex se volvería a cumplir, ya que Renato Veiga, con pasado juventino, pondría el 2-2 en el minuto 90. El gol fue consecuencia de una defensa mal organizada y de una desconexión puntual pero inadmisible en este nivel.
En términos individuales, destacaron Francisco Conceição, el jugador más peligroso en la ofensiva bianconera, y el capitán Manuel Locatelli, quien fue el mejor del conjunto turinés. Por otro lado, Kenan Yıldız decepcionó esta noche en La Cerámica, con una actuación que no refleja lo importante que ha sido para la Juventus esta temporada. El club italiano pagó 58 millones de euros por Teun Koopmeiners, quien sigue sin rendir. Igor Tudor es el mayor responsable de ello al hacer que el holandés pasara de ser uno de los mejores mediocampistas creativos de la Serie A a un extremo derecho sin chispa.
Este empate, lejos de ser un punto valioso, debe leerse como la continuidad de un problema ya evidente. Son cuatro empates consecutivos, y ninguno contra gigantes europeos. La Juventus
no está creciendo: está estancada. La narrativa de la “capacidad de reacción” ya no puede seguir tapando la realidad de fondo: el equipo no juega bien. No sabe cerrar partidos, no sabe gestionar la ventaja y no transmite la autoridad propia de un club que dice aspirar a reconstruirse en la élite. A pesar de estar consiguiendo resultados en la Serie A, el juego no acompaña. La Juventus depende de individualidades para sacar partidos adelante.
El siguiente partido de la “Vecchia Signora» es contra el AC Milan. En cuanto a la Champions League, ya son dos empates en dos partidos, teniendo que visitar el Santiago Bernabéu en la siguiente fecha europea. La clasificación directa se ha vuelto un sueño para la Juventus de Turín. Los dirigidos por Igor Tudor no pueden esconder sus fallas detrás de empates heroicos, ya que los errores estructurales amenazan con convertir esta temporada en otra decepción europea.