Fiebre OT: la delgada línea entre el apoyo y el acoso

Paula Cárdenas y Lucía Maestro

Este lunes 15 de Diciembre tuvo lugar la gran final del reality show «Operación Triunfo», una edición marcada por los nuevos formatos, y también por la toxicidad de ciertos sectores de fanáticos que generan verdaderas persecuciones a través de las Redes sociales.

El fenómeno fan ha vuelto a cobrar fuerza en la nueva temporada de Operación Triunfo, un formato que cada año parece reinventarse y que, sin embargo, mantiene intactas esas emociones que convierten a sus concursantes en figuras que se idolatran casi al instante.  Desde los primeros minutos la organización se esfuerza para conseguir un casting diverso y casi perfecto, mientras en redes sociales se publican vídeos, opiniones y un análisis prácticamente minucioso a cada una de las personas que participan en él. Pero, junto a ese entusiasmo también ha regresado, más creciente que nunca, el lado oscuro del fanatismo: la toxicidad de ciertos fans, un fenómeno que acompaña al concurso desde sus primeras ediciones y que este año ha encontrado nuevas “víctimas”.

Lo que empieza como un comentario sobre la actuación de una gala puede terminar en confrontaciones, insultos y campañas organizadas para hundir la imagen de otro participante. Las redes sociales, especialmente TikTok y X, se han convertido en un campo de batalla donde los videos descontextualizados generan discusiones y señalamientos que dentro de la academia ni siquiera imaginan. Basta un gesto malinterpretado o una frase fuera de contexto para que se formen bandos, mientras los concursantes continúan su rutina lejos del ruido exterior.

Uno de los últimos casos, el provocado por el emparejamiento que algunos fans crearon entre Tinho y Lucía Casani tras la viralización de un clip de apenas dieciocho segundos. La tensión también ha salpicado al entorno del concursante, el vídeo generaba más de un millón de reproducciones y en redes empezaron a circular ataques dirigidos a la pareja sentimental de Tinho. Hasta el punto de que ella se vió obligada a desactivar los comentarios en sus perfiles para frenar una avalancha de insultos.

No es la primera vez que OT vive este tipo de enfrentamientos. En ediciones anteriores ya se habían visto campañas de votos masivos contra algunos aspirantes, avalanchas de dislikes en videos, boicots y auténticas guerras internas dentro de un mismo fandom. Miki Núñez ha explicado que, tras salir de OT, la presión mediática le pasó factura hasta el punto de notar que “algo no iba bien”, llegando a sufrir ansiedad, falta de aire e insomnio. Esa etapa le obligó a frenar y tomar distancia para poder recuperar estabilidad y volver a conectar con la música desde un lugar más sano.

Del odio en redes tampoco se libran los profesores de la academia, el jurado o las familias, Cualquier decisión puede convertirse en motivo de ataque, cualquier palabra se transforma en munición para quienes buscan posicionar su “bando” como el mejor.

A pesar de todo, OT sigue demostrando su capacidad para movilizar a miles de personas en torno a la música y las historias de unos jóvenes que están dando sus primeros pasos en la industria como hemos podido ver con los primeros sencillos que han sacado algunos de los ex concursantes, el mas destacado “Estrelles” de Max, un himno para muchos que fue compuesto dentro de la academia y que demuestra el nivel que ha tenido esta edición. Pero el éxito del formato convive, una vez más, con esa sombra inevitable del fanatismo desmedido. El reto, tanto para la comunidad como para el propio programa, parece ser el mismo de siempre, aprender a admirar sin atacar, a apoyar sin difamar, a recordar que detrás de cada vídeo viral hay personas jóvenes enfrentándose por primera vez a una fama que, fuera del plató, no siempre viene acompañada de aplausos.

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