Del Toro y su «Frankenstein»: un espejo oscuro sobre la moral humana

Inés Jerez de Mesa

¿Quién es el verdadero monstruo? Es la primera pregunta que me surge cuando pienso en la película de Frankenstein

Después de muchas adaptaciones cinematográficas de la obra de 1818 de Mary Shelley, Frankenstein, el 24 de octubre de 2025 Guillermo del Toro nos obsequió con su última obra maestra. Desde la interpretación de Jacob Elordi y Mia Goth, hasta la elección de la gama cromática, este filme de terror/ciencia ficción es impecable. 

El esperado estreno fue el 30 de agosto en el 82º Festival de Venecia y se lanzó a Netflix el 7 de noviembre, llegando a las 62,9 millones de visualizaciones en los primeros diez días y aún veinte días después, seguía estando entre las más aclamadas por el público. 

En la primera parte del largometraje, se muestra a un hombre huyendo de un “monstruo”, al menos así se presenta a los protagonistas, pero según avanza la narrativa, los papeles se invierten. 

En la introducción, se establece el origen del trauma del hombre, Víctor Frankenstein, pues sufrió una infancia complicada, su padre le enseñaba sobre anatomía humana y ciencia, castigándole cuando decía algo equivocado, condicionando su futura relación con la vida y la muerte. En su infancia, además, sufre la muerte de su madre, que fallece en el parto de su hermano, reforzando su obsesión por vencer la mortalidad. A los pocos años su progenitor muere y Víctor y su hermano se separan.

Es totalmente acertada la técnica de narración múltiple utilizada. Primero se cuenta la historia desde el punto de vista del creador y posteriormente lo vivido desde la postura de la creación, este giro innovador lo añadió el director, pues en el libro no se narra la experiencia de la criatura.

Dr. Frankenstein con su creación. Fuente: IMDb.

Se cuenta cómo el científico ha descubierto una manera de “parar la muerte”. Devolviéndole el aliento a lo que ya no respira, a partir de trozos del cuerpo de gente muerta, reviviendolos con corriente eléctrica. La idea no es bien recibida por la mayoría, sin embargo un adinerado señor decide financiar el experimento.

Un día el hermano le presta una visita junto con su prometida, Elizabeth, de la que Víctor se enamora, irónico, porque ella no amará ni a él ni a su prometido. 

Para la creación de su obra, el científico coge cadáveres de la guerra, escogiendo los más altos con extremidades largas. Aprovechando la electricidad de una noche de tormenta, lleva a cabo su obra y a partir de ahí la ética científica de Víctor se nubla y trata a su invención con crueldad, siguiendo la decepción y la violencia generacional que ejercía su propio padre con él y finalmente le abandona.

En la parte del testimonio de la creación, explica cómo la persona que considera “su padre” le abandona y tiene que sobrevivir por su cuenta. Esto le ayuda a descubrir su historia y su identidad. Confrontando a su creador por darle, lo que muchos anhelan, pero que él no soporta, la inmortalidad.  

En cuanto a los elementos cinematográficos, el propósito de Guillermo del Toro es explorar emocionalmente la humanidad, la empatía, la identidad y las relaciones entre padres e hijos, así como honrar profundamente la obra original desde una perspectiva personal. 

Lo hace con una estética gótica, apreciable en la arquitectura de los escenarios, como el laboratorio del Dr. Frankenstein. Interiores oscuros cargados de textura: piedra húmeda o madera envejecida.

La contribución de los colores es clave, empezando por el uso de las luces para crear atmósfera, por ejemplo usando en postproducción tonos verdes y azules para el mundo de la criatura o luces cálidas para momentos humanos y nostálgicos. 

En el making-of, el director explica que para la creación de las imágenes, él junto con todos los departamentos de la película, deciden cuales deben ser los colores que la rijan. Además, a cada personaje se le asigna un color específico para la vestimenta, siendo el verde para el personaje de Elizabeth; el rojo para Víctor y su madre y el azul para el inversor del proyecto, el hermano de Víctor y su padre. 

Personalmente, la vestimenta más interesante es la del personaje de Elizabeth, el equipo de vestuario incorpora el amor por los libros y la naturaleza del personaje en sus vestidos, estando inspirados en un escarabajo azul o una polilla. La actriz comenta que, los diseños de vestuario eran un lenguaje, gracias al cual lograba comprender mejor quién era su personaje y qué relación mantenía con los demás.

También se divide en colores la trama de la película, siendo azul, blanco y dorado el prólogo y epílogo; luego negra, blanca y roja la infancia de Víctor y de ahí fueron añadiendo más colores.

Jacob Elordi con y sin el maquillaje de Frankenstein. Fuente: currambachannel

Una de las partes que resultan más llamativas del filme es el maquillaje de la criatura, ya que han conseguido perfectamente que parezca estar hecho de distintas personas. Las piezas prostéticas ocupaban todo su cuerpo y el actor comenta que a medida que se las iban poniendo iba perdiendo la humanidad, pasando a ser una experiencia inmersiva.

Para este papel, Guillermo del Toro le dijo que para comprender a su personaje si quería estudiar algo que fuera su perro, porque un perro puede estar ahí contigo, pero si necesita atacar una amenaza lo va a hacer y luego volver a tu lado como si nada. También investigó sobre el Butoh, un estilo de danza japonesa que explora lo grotesco, lo vulnerable y lo visceral del cuerpo humano, a menudo con movimientos lentos. Además, Jacob Elordi estudió canto de garganta mongol y tibetano para encontrar una voz que no pareciera humana. 

Considero que muestra una dedicación y una profesionalidad dignos de un Oscar.

El guion tiene ritmo, los diálogos no son pesados, es coherente y aunque esté basada en un libro, logra una obra original. La idea innovadora del director de explorar el perdón y la reconciliación me parece de lo más acertada. 

A lo largo de la narrativa, Elizabeth parece enamorarse de la criatura, por la pureza y bondad que esta representa, difícil de encontrar en los humanos. Y es gracias a esta misma bondad por la que finalmente perdona a su creador a pesar del daño que le ha hecho. Mientras que, en el libro de Mary Shelley, la criatura aparece junto al cuerpo de su creador. Expresa dolor, soledad y arrepentimiento, pero no un perdón activo.

El aspecto musical de la película, no es algo que destacaría, no porque sea mala, es brillante y usada en los momentos necesarios, aportando más tensión o violencia, solo que no es algo que llame la atención. Creo que ayuda a humanizar a los “monstruos”.

Comparando el largometraje con otras obras del director, se puede sacar una similitud con “La Forma del Agua” (2017), que explora la empatía hacia lo diferente, en este caso un ser acuático, similar al monstruo de Frankenstein como víctima de la incomprensión. En las dos películas, las criaturas son víctimas de la violencia y la falta de compasión por parte de los científicos, aunque poseen sensibilidad, sufren y piensan parecido a ellos. 

Ambas películas me plantean el mismo dilema: ¿hasta dónde debería llegar la ética científica?

Esta película es una obra de arte. Analizándola, destacaría el enfoque que da el director sobre la irresponsabilidad moral del protagonista. Una muestra de que el fin no justifica los medios, como ya dijo el filósofo Immanuel Kant: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre con el fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”. O como explicó el escritor británico Aldous Huxley: “El fin no puede justificar los medios, por la simple y obvia razón de que los medios empleados determinan la naturaleza de los fines producidos”.

Me parece un largometraje que podría fascinar a todo el mundo. Desde admiradores del arte de Guillermo del Toro para humanizar monstruos y su sensibilidad hacia lo marginal o amantes de la estética gótica, hasta la simple persona curiosa por saber quién es Frankenstein.

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