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Cameron y De Gaulle

El sistema democrático del General De Gaulle fue tildado históricamente de plebiscitario por su afán de consultar a la ciudadanía. El mismo camino ha emprendido David Cameron cuando propuso a su electorado la convocatoria de un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea que podría adelantarse al verano de 2016. El Primer Ministro ha iniciado el proceso previo de negociación sobre el denominado “Brexit” con el Consejo Europeo y el Parlamento, para intentar introducir algunas modificaciones en la gobernanza comunitaria y con ellas convencer a los británicos de que voten a favor de la permanencia. Y de paso para imponer la concepción conservadora inglesa a las instituciones europeas: mayor control de los parlamentos nacionales sobre las decisiones comunitarias, menor gasto social en la asistencia a inmigrantes y trabajadores comunitarios y que los órganos económicos de la Zona Euro no tomen decisiones que perjudiquen a Londres.

En un mundo más globalizado y donde crece el papel de las grandes potencias, no debe sorprender que los ingleses negocien una nueva vinculación con la Unión Europea. Aunque el compromiso de Londres con la integración comunitaria ha sido fiel y provechoso durante décadas, siempre han concebido una relación de cooperación en Europa que les permitiera abrir el mercado continental pero cediendo la menor soberanía posible. Margaret Thatcher consiguió el famoso “cheque británico” para compensar monetariamente su contribución a la Política Agraria Comunitaria en los años 80, lo cual no frenó el avance de la integración en los años 90.

Si debe de preocupar sin embargo que esta nueva moda de consultar a los ciudadanos sobre asuntos escoceses un día y europeos al siguiente, termine por dislocar a David Cameron. Además de mirar a la City el hábil Primer Ministro no debería perder de vista que el “core market” del Reino Unido es el mercado europeo. Tampoco que los Estados Unidos consideran a Europa como un área geopolítica prioritaria para la seguridad global. Y tampoco que los europeos, liberales, social demócratas y conservadores, compartimos unos valores democráticos y unas instituciones que nos convierten en la gran potencia que individualmente no somos. Y que la manía del Presidente De Gaulle por escuchar lo bueno que era de boca de los franceses supuso la parálisis comunitaria y atlántica durante una década.

José María Peredo Pombo. Universidad Europea de Madrid

 

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