Álvaro López
El aumento de la demanda de productos españoles por parte de los países europeos ha colaborado en el encarecimiento de los precios.
La situación que está viviendo Europa referido a lo económico (subidas de precios, inflación, guerra de Ucrania, etc.) tiene su impacto en nuestra cesta de la compra, porque es más caro comprar y obliga a un consumidor mirar el precio más que nunca. A esto hay que sumarle un mayor interés por parte de los socios europeos por nuestros productos, que los que encarece aún más.
Acostumbrado ver las tiendas a rebosar de gente, de cantidad de productos, de variedad, el consumidor español ha visto con sus propios ojos como en los últimos meses múltiples episodios de no “stock”: cuando estalló la guerra de Ucrania escaseó ‘primero el aceite de girasol, luego durante la huelga de transportista en enero la leche y este verano la crisis fue la del hielo, ¿Cual crisis será la siguiente?
El invierno que se otea en el horizonte va a ser duro, así aseguran todos los máximos gobernadores europeos y los mayores conocedores de cómo estamos también van con el mismo discurso, va a ser el peor invierno de los últimos años. Para el consumidor va a ser muy duro ir a hacer la compra, sectores como el de la agricultura no se le va a pagar el diferencial por cultivar patata morada, sumado a que la gran mayoría de consumidores no van a pagar por ella.
La escalada de los precios afecta a toda la cadena de producción. Primero, el productor, contando con la subida del precio de la energía y de los piensos con los que alimenta a sus animales, tiene que cobrar más caro el producto que ofrece. El distribuidor, a su vez, paga también más por la energía y por lo que compra y por lo que comprar al proveedor. Desde una cadena de supermercados explican que hay productos que se llega a pensar si compensan tenerlos porque no se puede asumir el sobrecoste al consumidor.
Hay muchos factores que explican esto, uno es la mayor demanda que existe, y es que España es uno de los países productores, por lo tanto, hay una mayor demanda de los mercados europeos y eso que los precios no hagan más que subir. Otro elemento son los llamados “costes invisibles”, estos son los que parecen que no contribuyen en el aumento del precio pero que al final también aportan su granito de arena en el encarecimiento de los productos. Por ejemplo, en la fase de comercialización, las fresas pasan por varias fases antes de ser envasadas, cada una de estas tiene un coste de los cuales no somos conscientes pero que suman igual que los otros.
Ante esto salen a luz varias propuestas por parte de los gobernantes para afrontar esta situación, una de ellas es el cambiar nuestros hábitos los cuales estén relacionados con los productos más complicados de conseguir, para que así estos productos tan demandados puedan obtener algo de oxígeno y puedan elaborar más. Otra opción que nos dan es la de comprar productos parecidos, esto dará tiempo a que se pueda avanzar en la producción de ese producto mientras consumamos otro que nos haga una función parecida y la última recomendación que nos mandan es la de acostumbremos cuanto antes mejor a ver más veces que el producto el cual vayamos a comprar no esté, va a ser una imagen que cada vez vamos a ver más, y cuanto antes nos entre en la cabeza más fácil podremos avanzar. Es una misión de todos, no un sálvense quien pueda.