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La final eterna italiana

21 de Mayo 2016, una fecha especial. Roma, la ciudad eterna, hospedó al Milan y a la Juventus para el último acto de la Copa Italia. En una cornisa maravillosa, en la majestuosidad del Olimpico, 80.000 personas se prepararon a vivir una batalla sin antecedentes.

Fuera del estadio una silencio surreal, un escenario de “la tranquilidad antes de la tormenta”. Fuerzas de policías desplazadas en todo el territorio que llevaban las aficiones organizadas más violentas hasta el sector, una cola interminable para pasar los primeros controles de rutina, una carrera que te ahogas para llegar dentro de la instalación, gente empujándose y peleando intentando llegar primero a tomar el asiento.

Antes del partido, el orgullo nacional vivió su mejor tiempo cuando se entonó el himno de “Mameli” (Italia). Por 3 minutos acabaron rivalidades, gargantas unidas celebrando un día de fiesta, “Milanisti” y “Juventini” se volvieron todos en hermanos, hijos de un único y gran progenitor, el “bel país”, simplemente Italia. Entre ellos, un fiel italiano, un corazón y un alma “rossonera”, pasó uno de los días más feliz y contemporáneamente más triste de su vida.

Feliz porque tuve la suerte de poder vivir, compartir, soñar, ser parte de este espectáculo previo a la batalla. Triste porqué, a pesar de todo, el destino no nos ayudó. La fatalidad, que se reencarnó bajo el nombre del delantero español Alvaro Morata, nos fracasó los sueños de gloria. Lo hizo en la peor manera posible, regalándonos un partido dominado. Noventa minutos en los cuales la “Vecchia Signora” pareció una gacela herida frente a un león hambriento.

El once de Brocchi, por primera vez en la temporada, puso en el campo lo le que faltó en el resto de esto maldecido año. Sudor, voluntad y corazón asustaron la Juve, por otro lado cargaron como locos la grada milanista. Cada acciones, cada faltas , cada pases resonaban dentro del estadio como rayos en un cielo limpio.

Los minutos, sin embargo, siguieron pasando lentos y duros como piedras, cada esfuerzo de matar a la presa parecía siempre más difícil. Los de Allegri resintieron, escaparon del peligro y forzaron los aficionados a quedarse al interno del estadio por una prorroga que representó una salvación por los “bianconieri”, un agonía por los “rossoneri”.

Los 30 minutos añadidos se vivieron con una tensión indescriptible, el esférico que rodeaba en el campo pareció un balón de fuego. El miedo empezó a dominar en todos los lados, tanto en los protagonistas cuanto en la grada. Un destello, de repente, levantó la parte inanimada del Olimpico. Un único y fatal contraataque libró Morata que, acabando de entrar, calló los “Milanisti” marcando el gol que decidió el partido. El empuje de la red fracasó las esperanzas de los “Diavoli” presentes, rompió las almas y los corazones de 40.000 personas, forzando la mitad de la gente a quedarse al infierno, llevando la otra al paraíso.

Una derrota dolida, a pesar de la gran actuación. Un fracaso que nos deja con el amargo en boca, una perdida que nos deja sin Europa por tercer año consecutivo y nos despierta en una realidad complicada. Querido Milan, tu única esperanza es la de refundarte, empieza todo de cero. Tu historia nos enseña que eres capaz, que puedes hacerlo.

Federico Titone

Sobre el Autor

Campus de Villaviciosa de Odón - Madrid
Email: europeamedia@europeamedia.es

Europea Media es la clínica de medios de la Universidad Europea. Europea News es el periódico digital de la clínica de medios.

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