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“The Last Night”: ¿Qué hay del resto de la semana?

The Last Night o ¿qué hay del resto de la semana? es un cortometraje tan intenso, audaz y divertido que deja al espectador con la sensación de que conocer tan sólo una noche en la vida de los personajes principales, la pareja formada por los hermanos Zack y Rachel, sabe a poco.

Una habitación de motel de mala muerte en Las Vegas y dos hermanos que ocultan sus verdaderas profesiones el uno al otro. Él se hace pasar por crupier de un casino. Ella, por bailarina. En realidad, los dos se dedican al espionaje industrial y la serie de mentiras que se cuentan el uno al otro desembocará en una serie de acontecimientos tan desafortunados como cómicos.

Francisco Moreta e Íñigo Bordiú, los precursores de esta idea y las cabezas pensantes tras las cámaras en esta historia, pergeñan una historia repleta de humor negro y enredos rodada con la filosofía de convertir tanto la fotografía como las posiciones de cámara en un personaje más de la historia. Las interpretaciones brillantes de Terrence Ruggiero y Lisa Mamazza conducen al espectador por una serie de escenas que se alejan del montaje clásico, convirtiendo al cortometraje en una suerte de escenas que saltan en el tiempo a lo largo de la noche en la que se desarrolla la historia. Lejos de resultar confuso, Francisco Moreta e Íñigo Bordiu idearon la manera de aclarar al espectador en qué momento transcurre lo que se ve en la pantalla: el blanco y negro ocupa los hechos del principio de la noche, el inicio, los colores apagados y tremendamente contrastados representan los hechos intermedios y los más iluminados y saturados aparecen en pantalla en los acontecimientos presentes.

La historia transcurre en un solo espacio: la habitación del motel. Los cineastas dejan que la cámara fluya por la estancia de forma elegante, sin grandes artificios, ofreciendo nuevas perspectivas y aprovechando al máximo cada ángulo del que disponían en la pequeña habitación, provocando que cada tiro de cámara sea un reflejo psicológico del personaje que aparece en pantalla. Los movimientos de los personajes en el interior del encuadre están marcados con precisión milimétrica, para amortizar al máximo cada plano.

El ritmo de la cinta es vibrante, pero no acelerado. El espectador no tendrá un segundo de respiro y la gran cantidad de detalles que aporta cada imagen requerirán la máxima atención por parte de la audiencia para captar cada pequeño recoveco de la compleja trama y de la forma de ser de los personajes que se pasean por la cinta. Francisco Moreta e Íñigo Bordiú no muestran nada de forma casual; cada detalle está pensado con precisión milimétrica para que el espectador tenga toda la información que necesita antes del sorprendente giro final de la historia y los más avispados serán capaces de adelantarse al inesperado clímax.

La perfección en las imágenes que alcanzan el tándem formado por Francisco Moreta e Íñigo Bordiu no sería tan efectivo en ausencia de la eficaz partitura de Daniel García Marinas, colaborador habitual de la pareja de cineastas. García Marinas firma una melodía que suena a misterio, a peligro inminente, manteniendo en tensión al espectador en todo momento, pero capaz de apoyar a las imágenes en los momentos más cómicos con sonidos más desenfadados.

Todo termina en esa última noche para los protagonistas y ese desenlace inesperado deja al espectador con ganas de conocer más de las noches anteriores. Zack y Rachel están dispuestos a dejar su trabajo al romper el alba, pero la audiencia necesita saber más, mucho más, de las vidas de estos dos interesantes personajes y de los oscuros secretos que se ocultan entre sí.

Sobre el Autor

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