Grave desafío de Marruecos

Javier Fernández Arribas

El vecino del sur ha pasado de ser un socio privilegiado en todos los sectores, como ha afirmado estos días la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, al abordar la crisis con Marruecos creada tras acoger «por razones humanitarias» al líder polisario Brahim Ghali, considerado como un enemigo acérrimo por el Gobierno de Rabat, a lanzar un desafío de enormes proporciones: la llegada de más de 6.000 personas a Ceuta, gracias a la relajación de la vigilancia de los agentes marroquíes de la frontera y a la difusión entre la gente de la región de la posibilidad de ir a España.

La población de Castillejos, el pueblo marroquí más cercano a Ceuta, lleva más de un año viviendo en condiciones muy precarias tras el cierre de la frontera justificado por la pandemia del coronavirus y la desaparición de la opción de las porteadoras que mantenían a miles de personas. No hay trabajo, no hay dinero, no hay esperanzas de mejorar las condiciones de vida y por eso, la posibilidad de llegar a España y conseguir una vida mejor mueve a miles de marroquíes y de subsaharianos a ir a Ceuta. La mayoría no sabe que van a ser devueltos a las pocas horas por las autoridades españolas, sin que los aduaneros marroquíes pongan objeciones.

Otra situación habría si Marruecos no admitiera la devolución de estas personas, creando una crisis muy grave en Ceuta. En cualquier caso, la decisión marroquí de lanzar el desafío a España y a la Unión Europea con una grave crisis migratoria, por muy reversible que sea sobre el terreno, tiene un enorme significado por no respetar las fronteras de España y de la Unión Europea. El paso dado por Rabat puede ser contraproducente porque coloca a España y a la Unión Europea ante una tesitura obligatoria de rechazar tal tipo de presión, sobre todo por la magnitud en esta ocasión.

No es la primera vez que Marruecos utiliza la presión de las pateras y los cayucos hacia Canarias para negociar con la Unión Europea el apoyo que necesita para hacer frente en su territorio a los problemas creados por la presión de inmigrantes subsaharianos. Pero sin llegar a la dimensión actual. Otras veces estaba en juego el acuerdo de pesca, las exportaciones agrícolas marroquíes a la UE y otros roces más o menos habituales entre vecinos.

Ahora, la apuesta tan arriesgada de Marruecos se debe a su defensa de la solución al conflicto del Sáhara planteada con una amplia autonomía del territorio bajo soberanía marroquí. La solución ofrecida por el rey Mohamed VI fue respaldada el pasado 10 de diciembre por la Administración Trump, en la presidencia de los Estados Unidos en ese momento, decisión que se ha mantenido por parte del presidente Biden y que ha supuesto un espaldarazo muy considerable para los intereses marroquíes, que han seguido varios países con la apertura de consulados en las ciudades saharauis de El-Aaiun y Dajla, como los árabes Emiratos Árabes Unidos y Jordania o varios países africanos.

La representación norteamericana se abrirá en los próximos meses y llegarán también las inversiones de más de 3.000 millones de dólares previstos para diversos sectores como el agrícola, el pesquero, el turismo, las energías renovables y la logística.

Está licitada la construcción de un gran puerto en la zona de Dajla, adjudicado a una empresa francesa, lo que se interpreta una predisposición favorable de Francia, porque el partido del presidente francés, Emmanuel Macron, La República en Marcha, ha abierto una sede en la propia Dajla.

Más allá del malestar de Marruecos con el Gobierno de España por la acogida del líder polisario sin dar las explicaciones pertinentes a Marruecos y mantener un silencio público que colocaba en muy mal lugar al Gobierno de Rabat, el desafío lanzado en Ceuta pretende mover al Gobierno español y a la Unión Europea hacia el apoyo a la solución marroquí del conflicto del Sáhara, presionar a Argelia para una negociación realista y viable y gestionar en el seno de las Naciones Unidas el proceso necesario para cerrar un choque que dura 45 años y que mantiene a miles de saharauis malviviendo en condiciones infrahumanas en los campamentos de Tinduf. El cálculo de Rabat, con la arriesgada apuesta en Ceuta, puede irse de las manos si se mantiene demasiado tiempo y si tensa una cuerda delicada porque se juega con la integridad territorial y la soberanía de España y de la Unión Europea.

Es cierto que la demostración de movilización y de crear un grave conflicto en Ceuta hay que tenerla muy en cuenta, pero la respuesta pública no puede ser otra que rechazar con firmeza el envite y aplicar medidas para evitarlo. En otras ocasiones, las disputas entre los vecinos español y marroquí han necesitado de la intervención personal de los reyes de ambos países. Todos deben ser conscientes de la necesidad de entenderse, y cuanto antes mejor.

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