La gloria se acerca y el trono de la Champions se prepara en Münich

Tristal Hassmann

Robert Lewandowsky jugador del FC Barcelona. Foto: elmundo

En medio de una temporada marcada por cambios, giros inesperados y regresos ilusionantes, la Champions League 2025 ya tiene a sus cuatro semifinalistas. El torneo más importante del fútbol de clubes ha entrado en su recta final con una mezcla de historia, talento joven y hambre de consagración. Arsenal, Paris Saint-Germain, Barcelona e Inter de Milán son los únicos supervivientes de una edición que ha estrenado formato, ha dejado por el camino a gigantes como el Real Madrid o el Manchester City, y que ahora pone rumbo hacia el Allianz Arena de Múnich, sede de una final que promete ser inolvidable.

La Champions, en su primera edición con el sistema de liga suiza, ha ganado en dramatismo e incertidumbre. Atrás quedaron las fases de grupos previsibles. Esta temporada ha exigido máxima concentración desde el primer minuto. La nueva fórmula ha hecho que cada punto, cada partido, cada rotación cuente más que nunca. Y los cuatro que siguen en pie lo saben bien, porque han recorrido trayectos muy distintos para llegar hasta aquí, pero todos han superado obstáculos de peso. Ahora, a dos partidos de la final, las distancias se acortan, la presión se multiplica y la historia está a punto de escribirse de nuevo.

Arsenal es el que más ilusión despierta entre los neutrales. No solo por su juego valiente y ofensivo, sino porque su regreso a las grandes noches europeas ha sido una bocanada de aire fresco. Han pasado casi dos décadas desde su única final en 2006, y la herida sigue abierta. Pero este equipo, construido por Mikel Arteta con paciencia y convicción, ha demostrado estar listo. Superaron al Real Madrid en cuartos con autoridad, personalidad y una lectura perfecta de los momentos clave. En esa eliminatoria, el Emirates Stadium rugió como en sus mejores tiempos y jugadores como Bukayo Saka, Martin Ødegaard y Declan Rice brillaron con luz propia. El Arsenal no solo está aquí por merecimiento: está aquí porque representa algo más grande. La idea de fútbol colectivo, de cantera, de proyecto bien trabajado. En tiempos de fútbol-empresa, su presencia emociona.

Enfrente tendrán al Paris Saint-Germain, un club que ha aprendido a base de golpes. Esta puede ser, definitivamente, la temporada del cambio de narrativa. Ya no son solo un equipo lleno de nombres rutilantes; ahora son un bloque sólido, bien trabajado por Luis Enrique, con automatismos claros, fondo de armario y una estructura reconocible. Han dejado atrás el caos y el ruido de años anteriores y se han centrado en competir. En cuartos eliminaron al Atlético de Madrid con una segunda parte memorable en el Parque de los Príncipes. Kylian Mbappé, como siempre, lideró el ataque con su desequilibrio y su olfato de campeón. Pero hay mucho más: Vitinha ha madurado, Donnarumma se ha hecho gigante bajo palos, y jugadores como Bradley Barcola o Zaïre-Emery han aportado descaro y frescura. El PSG quiere su primera Champions y, tras tantos intentos fallidos, ha dejado de parecer una quimera. Esta vez, la idea es más clara, el equipo más compacto y el objetivo más posible que nunca.

En la otra semifinal se miden dos clubes con linaje europeo. El Barcelona llega en un momento extraño: con la Liga perdida, sin regularidad durante la temporada y con su entrenador, Xavi Hernández, anunciando su marcha a final de curso. Pero la Champions le ha devuelto el alma. En Europa, el Barça se ha reencontrado consigo mismo. Superó al Nápoles en octavos con solvencia y después al Borussia Dortmund en cuartos con un fútbol eficaz, sin alardes pero con pegada. Jugadores como Lamine Yamal o Pau Cubarsí, ambos menores de edad, han dado un paso al frente. El primero con su desparpajo en ataque; el segundo, con temple de veterano en defensa. Lewandowski vuelve a estar fino, Ter Stegen ha recuperado la seguridad, y Gündogan ha aportado experiencia y orden. No es el Barça de Messi ni el de Guardiola, pero es un equipo competitivo que ha aprendido a sufrir, a jugar sin dominar todo el tiempo. Y eso, en esta Champions, está marcando la diferencia.

Sommer portero del Inter de Milan. Foto: elmundo

Su rival será el Inter de Milán, campeón de la Serie A con autoridad y uno de los equipos más sólidos de Europa. El conjunto italiano no ha sido tan mediático como otros, pero su rendimiento ha sido impecable. Simone Inzaghi ha armado una máquina perfectamente engrasada, con un 3-5-2 muy trabajado, con extremos largos, centrocampistas dinámicos y delanteros letales. Lautaro Martínez está firmando una temporada de ensueño y ha sido clave en la eliminatoria ante el Bayern, donde el Inter sorprendió a todos con una victoria en Múnich que todavía resuena. A su lado, Marcus Thuram ha encajado a la perfección y Nicolò Barella sigue siendo el metrónomo en la sala de máquinas. Lo del Inter no es casualidad: es resultado de trabajo, continuidad y ambición. Vienen de ser finalistas hace dos años y ahora quieren terminar el trabajo.

A estas alturas, todos tienen argumentos para soñar. El Arsenal tiene la fe de quien lleva años esperando este momento. El PSG tiene la urgencia de quien sabe que su estrella está a punto de marcharse. El Barça tiene la historia a cuestas y la irreverencia de su nueva generación. Y el Inter tiene un bloque competitivo, acostumbrado a batallar cada balón como si fuera el último. No hay favoritos claros. Cualquier cruce en la final tendría una narrativa potente: un Arsenal-Barcelona sería una oda a los proyectos con alma y cantera; un PSG-Inter, la lucha entre el desequilibrio individual y la maquinaria táctica; un Arsenal-Inter, la mezcla de modernidad y tradición; un Barça-PSG, el reencuentro con Mbappé en el escaparate más grande.

Más allá de lo que ocurra en estas semifinales, la edición 2025 de la Champions ha dejado claro que el fútbol europeo está en un proceso de cambio. El nuevo formato ha añadido complejidad, pero también más emoción. Ya no basta con tener nombres. Hace falta cohesión, planificación y adaptación. Y los cuatro semifinalistas lo representan con estilos diferentes, pero con una misma virtud: han sido capaces de competir al máximo nivel desde septiembre hasta abril.

El 31 de mayo en Múnich uno de ellos levantará el trofeo. Pero antes quedan dos semanas de semifinales donde el fútbol volverá a demostrar por qué la Champions es mucho más que un torneo. Es emoción, es historia, es redención. Es el lugar donde los grandes se consagran y los valientes se hacen eternos. Cuatro caminos, un destino. Y solo uno podrá escribir su nombre en la cima de Europa.

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