Escrito por: Andrea Romero y Pablo Pro
La inflación causada por la guerra entre Rusia y Ucrania está poniendo a las economías de la Unión Europea contra las cuerdas. En marzo España registró un incremento del 9,8% respecto al mismo mes del año pasado, según el Instituto Nacional de Estadística. Este fenómeno está afectando a las economías del euro y el pasado mes dejó un incremento de los precios de un 7,5% de media en los mercados de la eurozona. Los países de la Unión con una situación más delicada, y que han experimentado un mayor proceso inflacionista son República Checa (13,2%), Lituania (16,6%) y Estonia (19,1%).
Este proceso inflacionista se debe mayoritariamente al aumento del precio de la energía tras la imposición de las sanciones comunitarias a Rusia. La subida de los precios de la luz, el gas y los carburantes parece no tener fin tras haber superado máximos históricos. El crecimiento anual del coste de la energía se ha disparado en los países del euro un 44,7% como refleja la oficina Eurostat en su informe preliminar.
Meses antes del comienzo del enfrentamiento se estaba produciendo una escalada del precio de muchos alimentos debido principalmente a la acelerada recuperación tras la pandemia, y en segundo lugar por las bajas producciones de algunos cultivos a causa del mal tiempo. Además, hay que añadir el encarecimiento debido al incremento de los costes de producción, y a la escasez por culpa de la guerra.
La guerra entre Ucrania y Rusia ha afectado a la producción mundial de cereales, puesto que ambos países son grandes productores de este pilar para la alimentación. Esta subida es la mayor registrada desde la década de los 90, y ha causado un aumento del 34% en el índice mundial del precio de los alimentos de la FAO. A nivel económico, se traduce en una pérdida de poder adquisitivo de las familias además del continuo aumento del IPC de la zona euro, que ya a principio de año se situaba en el 5% interanual.
Otro de los problemas que ha incrementado de manera silenciosa el precio de los alimentos, es el aumento del precio del gas. Aunque a primera vista no parece que exista una gran relación entre estos, más del 70% de los fertilizantes para cultivos que producen en Europa están formados a base de nitrógeno. Este gas es empleado como elemento principal de los fertilizantes, siendo una gran fuente de energía para el proceso de síntesis.
Frente a los máximos históricos en la zona euro en cuanto a la inflación, la tasa de paro se encuentra en mínimos nunca vistos desde el establecimiento del euro como moneda oficial, así como la tasa de vacantes (puestos de trabajo desocupados) está “al rojo vivo”. Si se tratase de otro tiempo y contexto, la mezcla de estos factores habría provocado un desproporcionado incremento de los salarios. No obstante, el área económica y laboral actual no se parece al de los años 70 y 80. Aun así, se estima que los salarios alcancen un ritmo superior al de los últimos años.
Por el momento los sueldos no han variado especialmente tras el aumento de precios. Concretamente, los salarios han progresado un 1,58% anual en el último trimestre de 2022, según datos ofrecidos por el Banco Central Europeo. Lo que ha impedido el despegue se centra en la alta flexibilidad del mercado laboral, el descenso de los sindicatos presentes, la menor indización de los sueldos al IPC y el aún poco impacto de la inflación. Se espera que las nuevas negociaciones y contrataciones vean florecer la remuneración del factor trabajo entre 2022 y 2023.
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