Rubén Jiménez Homar
Mario Vargas Llosa, uno de los escritores más influyentes de toda la literatura española e hispanoamericana, falleció a la edad de 89 años, el domingo 13 de abril de 2025 en Lima, Perú. Autor de obras tan importantes como “La ciudad y los perros” o “La fiesta del Chivo”, en sus obras exploraba las fisuras del poder y el alma humana, usando un estilo inconfundible que le llevó a ser una de las figuras más importantes para la literatura hispana de este siglo. Con su partida, el mundo no solo perdió a un Premio Nobel de Literatura, sino también a un gran pensador libre, polémico y, sobre todo, apasionado.
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, nació el 28 de marzo de 1936 en Arequipa, Perú. Su infancia, marcada por la separación de sus padres y la dureza y severidad del entorno en el que vivía, quedó representada en gran parte de su obra.

Mario Vargas Llosa/ Imagen de BBC News Mundo
Desde bien joven, mostró una vocación literaria insaciable. Su primer éxito llegó en 1963, con la publicación de su libro “La ciudad y los perros”, libro en el que denunciaba la brutalidad del colegio militar Leoncio Prado. Aunque el libro fue quemado públicamente por oficiales peruanos, esto lanzó a Vargas Llosa a ser uno de los líderes del “boom” latinoamericano.
Su pluma no se detuvo tras eso, siguió escribiendo y publicando obras como “La casa verde” o “La guerra del fin del mundo”, consolidando una brillante carrera que estaba marcada por sus estructuras narrativas complejas, saltos temporales, voces múltiples y, sobre todo, por aquella mirada crítica sobre el poder, que Vargas Llosa era capaz de transmitir.
Con el esfuerzo, llega la recompensa, y eso ocurrió en 2010 cuando el escritor peruano recibió en Estocolmo, Suecia, el Premio Nobel de Literatura por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la revuelta y la derrota del individuo. Celebró aquel merecido premio desde Nueva York, recordando sobre todo a su madre y a Perú, el país que tanto amo y criticó por igual. “Aprendí a escribir novelas leyendo las que me deslumbraron.” Dijo en su discurso de aceptación. “Y descubrí que la literatura no es solo un pasatiempo, sino un modo de vivir.”

Vargas Llosa recibiendo el Premio Nobel de Literatura/ Imagen de Antena 3 Noticias.
No siguiendo el ejemplo de otros escritores ante la política, en 1990 se postuló para la presidencia de Perú como el candidato del Frente Democrático. Aunque fue derrotado en las urnas por Alberto Fujimori por una campaña sucia y polarizada, Vargas Llosa no se alejó de la vida pública, ni mucho menos.
Durante las siguientes décadas, se fue convirtiendo en una voz influyente del pensamiento liberal, defendiendo siempre la democracia y los derechos individuales. Sus críticas a los regímenes totalitarios le generaron un montón de enemigos de izquierdas, a la vez que sus simpatías con los partidos conservadores europeos generaban gran controversia entre los latinoamericanos. “No soy ni de izquierdas ni de derechas, soy un defensor de la libertad.” Decía siempre con una gran convicción y sin temor alguno a perder toda su popularidad entre la gente.
A lo largo de su carrera, Vargas Llosa se convirtió también en una figura central del debate intelectual hispanoamericana. Su tránsito ideológico -Desde la juventud simpatizante del marxismo hasta un liberalismo ferozmente defendido- marcó una evolución poco común en los círculos literarios, donde muchas veces las ideas políticas parecen tan inmóviles como los dogmas. El autor peruano no temía cambiar de opinión ni generar controversia: su honestidad intelectual, aunque incómoda para algunos, lo convirtió en una figura respetada incluso por sus detractores.
Sus ensayos políticos, reunidos en obras como “La llamada de la tribu” y “Contra viento y marea”, reflejan esa evolución. En ellos siempre defendió el pensamiento de figuras conocidas como Adam Smith, Karl Popper e Isaiah Berlín, a quienes el autor consideraba baluartes del pensamiento liberal. Su crítica a los populismos, tanto de izquierda como de derecha, fue una constante en su vida y siempre muy argumentada, sin caer nunca en las simplificaciones.
Pero, ante todo, también fue un cronista de su tiempo. Desde los horrores de la dictadura trujillista en “La fiesta del Chivo” hasta los laberintos de la corrupción política en “Conversación en la catedral”, su obra literaria abordó los dilemas morales y sociales de la América Latina con una mirada incisiva y compasiva. Su estilo, a la vez que sobrio, vertiginoso, le convirtió en un maestro de la estructura narrativa, admirado por generaciones y generaciones de escritores.
No es exagerado decir que Mario Vargas Llosa modeló parte de la conciencia literaria del continente latino. Y que, al hacerlo, incomodó, provocó y educó. Como el gran autor que era, no buscaba gustar a la gente, sino mostrar el mundo lleno de contradicciones. Esa, sin duda alguna, es la mayor herencia que dejó.
No solo fue una figura popular, sino también muy mediática. Estuvo casado dos veces: su primer matrimonio fue con Julia Urquidi, su tía política, este matrimonio inspiró al autor a escribir la novela de “La tía Julia y el escribidor”. Su segundo matrimonio, fue con su propia prima, Patricia Llosa, con la que tuvo a sus tres hijos.
En sus últimos años de vida, mantuvo una relación con Isabel Preysler, relación que lo mantuvo en el punto de mira de la prensa del corazón hasta la ruptura de la pareja. Aunque solía huir del escándalo, la figura del escritor terminó mezclando literatura y espectáculo.
Tras su muerte, se sabe que los hijos del escritor peruano impidieron que la socialité tuviera un último encuentro con Llosa para despedirse, lo que suma un detalle más a una vida llena de pasiones, decisiones firmes y cierta soledad.
El mundo de la cultura reaccionó con gran pesar y admiración hacia Mario Vargas Llosa tras enterarse de su fallecimiento. El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, anunció que le otorgaría a título póstumo la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X “El Sabio”, por su excepcional contribución al desarrollo de la cultura, principalmente, en lo referente a la literatura. Los homenajes a este gran escritor se han sucedido desde América latina hasta Europa, mostrando así la inmensa importancia que las obras del autor peruano han tenido en la sociedad. Uno de sus hijos, Álvaro Vargas Llosa, escribió en redes: “Te fuiste en paz, rodeado de tus libros y de quienes te amamos. Gracias por darnos tanto. Te recordaremos en cada página, en cada línea que nos enseñó a vivir con dignidad.”

Vargas Llosa en una conferencia en el Instituto Cervantes/ Imagen de Informativos Telecinco.
Sus familiares no han sido los únicos que han mostrado su pesar por su fallecimiento. Autores como Javier Cercas, Rosa Montero y Mario Betallin, que eran conocidos y cercanos al escritor de origen latino, han recordado su influencia y la admiración que sentían por él, lamentando la partida de su amigo. Universidades y editoriales, trabajan en ediciones conmemorativas y simposios que sirvan para honrar la vida y obra del que ocupaba el sillón con la letra L de la Real Academia Española (RAE) desde enero de 1996.
Mario Vargas Llosa fue mucho más que un escritor: fue un hombre de ideas, un testigo incomodo ante las injusticias que presenciaba, un provocador y removedor de conciencias. Con su literatura siempre buscó la forma de explorar los abusos del poder, la corrupción, la búsqueda de la libertad sexual, la religión y la violencia; todo ello siempre con la honestidad sincera y brutal que le caracterizaba tanto a la hora de hablar, como de escribir.
Para muchos de los jóvenes escritores, tanto latinos como españoles, su obra es una escuela. Vargas Llosa nos enseñó que se puede escribir desde el margen, pero con una ambición universal, que la literatura es una forma de resistencia y de enfrentar al mundo con el fin de buscar siempre el bien y plantar cara a los abusos de poder y criticar la inacción.
En un mundo, donde las ideas se diluyen entre gritos y algoritmos, su figura desafía la superficialidad. Sus libros, desde los más clásicos hasta los más recientes, siguen interpelando y enseñándonos a vivir, a ser justos y a saber luchar contra los poderes que se usan para el mal, y a luchar siempre por alcanzar la democracia y la libertad para poder ser nosotros mismos, sin ataduras ni límites.
Vargas Llosa murió en su casa de Lima, rodeado de su familia. Lo último que pidió fue que le dejaran tranquilo, con un libro en las manos. Así se fue de este mundo: como vivió, entre páginas, ideas y batallas.
Su escritorio, quedó totalmente intacto. Encima de este, quedó un ejemplar subrayado de “Madame Bovary”, la cual había reconocido como su novela favorita. Un final literario para una vida de novela.
Porque como él escribió, “la literatura es fuego”, y el suyo, será un fuego que nunca conocerá las cenizas del olvido, y que arderá por siempre en el corazón de quienes lo conocieron.