Estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. El pueblo israelí ha decidido colocar al primer ministro Benjamin Netanyahu en esa posición ante el inminente proceso de negociación con los representantes palestinos y en medio de la espiral de acontecimientos violentos que rodean la política regional en Oriente Medio.
Los 30 escaños obtenidos por el Likud en las elecciones pueden interpretarse como un éxito de la firmeza conservadora frente a las presiones internacionales para que Israel abra la mano a la coexistencia con los palestinos en dos estados soberanos. Pero debe de interpretarse también como el triunfo de la política oficial de estos últimos cuatro años que, con la excepción de la dura intervención militar en Gaza el pasado verano, ha estado protagonizada por la moderación y la limitación del uso de la fuerza. Los israelíes parecen dar oxígeno a un futuro gobierno de coalición donde la experiencia de Netanyahu sea capaz de conjugar la negociación con la seguridad.
Para ello, el Primer Ministro deberá contar con los escaños de los partidos de centro y luego optar por una gran coalición de estado con los laboristas y social demócratas o por una inquietante aproximación a los partidos de la extrema derecha nacionalista y religiosa. La primera opción estará respaldada por la comunidad internacional con el gobierno americano a la cabeza. La segunda, tal vez cuente con el respaldo de algunos senadores americanos empeñados en influir en la política de Oriente Medio a través de cauces que las urnas no han legitimado de manera fehaciente. Pero fuera de las cartas y misivas que los republicanos puedan lanzar, el apoyo internacional al avance en el proceso de paz es unánime en este momento y lugar.
José María Peredo Pombo. Catedrático de Comunicación y Política Internacional. Facultad de CC. Sociales y Comunicación. Universidad Europea.