En este país hay ciertos temas de los cuales es mejor no hablar. Es mejor aceptar lo establecido para evitar el posible conflicto. Y así nos va. Nunca pronuncies una palabra de fútbol, política o religión en una comida.
La iglesia, ese lugar donde los fieles oran con el fin de conseguir la aprobación de un Dios. Dicha deidad se asustaría al saber lo que hace alguno de sus alumnos estrella cuando salen de esa lección. Haciendo un símil con el trabajo actual, podemos equiparar a estos eruditos religiosos con la mayoría de estudiantes universitarios que salen de la carrera sin saber llevar a la práctica todos los conocimientos que han ido aplicando de memoria en los exámenes a lo largo de todos los años.
El fútbol, no queda tan lejos del concepto anterior de Dios, bueno, dioses, mínimo dos, Cristiano y Messi. Ese deporte que lejos de crear un ambiente ético, se centra en alabar las mejores victorias y en hundir a los jugadores en las más estrepitosas derrotas. El juego de pelota podría definirse como el circo del pueblo actual. Para que nadie se ofenda, podemos cambiar fútbol por “televisión basura” y Messi y Cristiano, por Belén Esteban e Ylenia. Divertirse es correcto, pero dejarse engañar, mediante la ocultación de la verdad, es un delito.
La política sigue estando muy lejos del concepto de la antigua Grecia, en la que los políticos dejaban sus intereses fuera de sus decisiones, con el único objetivo de buscar el beneficio del pueblo. Al parecer en este caso, ha pasado como con la Biblia, se ha ido deteriorando a lo largo de miles de años hasta conseguir que la ética y la moral, nunca conscientes de su rivalidad, hayan firmado un pacto de guerra a favor de los cuatro poderosos que han conseguido convencer mediante sus pobres argumentos, a sociedades todavía más pobres, marcadas por la inestabilidad.
No en contra de ello, siempre se necesita establecer una serie de códigos que nos permitan estar juntos y convivir en armonía. La clave de la evolución coexiste con el presente y el futuro. Es fundamental dejarnos de dioses, de ídolos y de dictaduras encubiertas en una democracia parcial, para entender que todos somos parte de un movimiento constante, difícil y emocionante, llamado evolución positiva, en busca de un futuro mejor, creado por la ruptura, en parte, de estos grupos como los entendemos hoy por hoy.
Sara Rodríguez