Escucha la entrevista de Manolo, pinchando aquí.
La cita tuvo lugar en el fabuloso restaurante Manolo, famoso por sus callos, y eso fue lo que los condujo hasta allí. Manolo, premio de la Federación Española establecimiento comprometido con la calidad, es un restaurante típico fundado en 1934, y una cita obligada para los amantes de la gastronomía madrileña, ubicado en la calle princesa 83.
La velada comenzó con unos breves discursos del propietario del restaurante, del proveedor de los alimentos del local. También se le dio la oportunidad de habla a Pedro Ureña, coordinador de esta última edición de callos, en la que los próximos treinta días Madrid podrá disfrutar de este manjar tan típico y tan nuestro.
Después de un largo esfuerzo, Manolo, el protagonista del restaurante, consiguió ser el primer colaborador de esta gran edición. Este tipo de evento se lleva haciendo durante seis años, los cuales juntos han logrado que la casquería sea el protagonista.
Montado en más de veinte establecimientos, los comensales podrán varían tanto de menú como de restaurante. Además, tendrán que tener en cuenta que el precio varía desde 28 euros a 25 euros.
Una novedad importante de este año es la obtención de productos sin gluten, donde por una parte los comensales celíacos son más comprometidos con este tipo de productos y, por otra parte, a día de hoy se encuentra a mucha gente celiaca.
A la degustación de prensa, acudieron varios medios de comunicación, locales en su mayoría, desde telemadrid hasta pequeñas revistas gastronómicas; todos con un amplio deseo de degustar los manjares que comenzaron a servir.
Tras servir el entrante, huevo de corral sobre un lecho de patatas, acompañado de un vino blanco al que le faltaba madurar, sirvieron el plato estrella, los callos, con las medidas perfectas tomadas de cada porción de callo, esta vez el vino fue un tinto también muy joven, al que le faltaba madurar; y de postre sirvieron un excelente tiramisú de chocolate, regado por un vino tinto dulce, al que nosotros no le sacamos el dulzor, y según nos dijeron varios comensales expertos en la catación de vinos, le habían dejado madurar demasiado tiempo.
Al terminar el restaurante entero dimos una gran ovación a los encargados de que la noche y los alimentos fueran tan exquisitos como fueron. Un personal al que pocas veces se le da el reconocimiento que se merece, siendo totalmente necesario darse cuenta de la labor tan importantísima que desarrollan.
Para concluir, podríamos decir que la velada fue maravillosa, pero que el vino falló. Fue presentado como un vino de la sierra de Gredos, muy sabroso, y con un punto de acidez; pero eso no fue lo que vivimos los que estuvimos allí degustando.
Hodei Ontoria y Solenn Le Lous