Investigadoras Científicas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), desarrollan su labor investigadora en el “Instituto de Productos Lácteos de Asturias” (IPLA), en Villaviciosa.
Ana Rodríguez lleva más de veinte años dedicada a su actividad investigadora centrada inicialmente en la caracterización microbiológica y fisicoquímica de quesos artesanales asturianos, contribuyendo a la mejora de la calidad higiénico-sanitaria y organoléptica de los mismos. Entre sus logros, cabe destacar el diseño de un fermento autóctono para el queso con denominación de origen protegido (DOP) Afuega’l Pitu.
Actualmente, la labor investigadora de ambas doctoras, está enfocada en temas de bioconservación que incluyen la explotación de antimicrobianos naturales (bacteriocinas, bacteriófagos y enzibióticos) para garantizar la seguridad de los productos lácteos.
Las investigadoras han tenido la amabilidad de responder desde el Instituto de Productos Lácteos de Asturias unas preguntas para nosotros.
P.- ¿Qué es el IPLA?
R.- Es el acrónimo de Instituto de Productos Lácteos de Asturias, un centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que pertenece a una de las ocho áreas de conocimiento en las que trabaja el principal organismo de investigación del país. El área se llama “Ciencia y Tecnología de los Alimentos”.
El IPLA existe como tal desde el 2 de abril de 1990, gracias a las gestiones realizadas en los años ochenta por miembros del Principado de Asturias, fundamentalmente desde la Consejería de Agricultura, con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, para intentar llegar a un acuerdo de modo que hubiese un centro del CSIC cuyo principal objetivo fuera trabajar en temas lácteos, ya que Asturias en ese momento era una de las regiones españolas con mayor producción de leche. Las negociaciones duraron varios años y se empezó con cuatro personas; actualmente somos casi cincuenta.
P.- ¿Cuáles son las principales líneas de investigación?
R.- En estos momentos hay tres líneas de investigación: Tecnología y Biotecnología de Productos Lácteos, orientada fundamentalmente a la utilización de las bacterias lácticas en procesos biotecnológicos de los alimentos; protegerlas como agentes para mejorar la salud, como es el caso de los probióticos. Otra línea es la específica de Probióticos, y Alimentos Funcionales que está estudiando la manera en que la presencia de estos microorganismos en los alimentos contribuyen a mejorar la salud del consumidor. La última línea es sobre Calidad y Seguridad Alimentaria en la cual se trabaja en diseñar estrategias para mejorar la calidad y la seguridad de los alimentos utilizando antimicrobianos naturales, nuevas estrategias con unos criterios de mejor sostenibilidad.
P.- ¿Qué son los bacteriófagos?
R.- Los bacteriófagos o fagos, son virus que infectan exclusivamente a las bacterias. Su papel en la seguridad alimentaria se basaría en su capacidad de atacar y de inhibir el crecimiento de determinadas bacterias patógenas que causan enfermedades tanto en el hombre como en los animales.
P.- ¿Se están investigando los fagos como posible alternativa natural a los antibióticos?
R.- Antes del descubrimiento de la Penicilina (el primer antibiótico) ya había surgido la idea de utilizar estos virus (terapia fágica) para controlar las enfermedades infecciosas en el hombre. Fue alrededor de 1917 cuando se empezaron a realizar los primeros ensayos. Sin embargo, el desarrollo de los antibióticos a partir de los años cuarenta, hizo que el uso de bacteriófagos como agentes terapéuticos quedase relegado a los países del este de Europa (fundamentalmente la antigua Unión Soviética y Polonia). Ahora, como el uso generalizado de antibióticos ha provocado un importante aumento de microorganismos resistentes a los mismos, se está volviendo a reconsiderar la idea de la terapia fágica.
P.- ¿Son los bacteriófagos capaces de infectar a todas las bacterias?
R.- Cada bacteriófago tiene un rango de huésped determinado y dentro de ese rango hay bacteriófagos que son muy específicos, atacando exclusivamente a determinadas cepas de una especie bacteriana. Existen también otro tipo de bacteriófagos que tienen un espectro más amplio y son capaces de atacar a bacterias incluso de diferentes especies dentro del mismo género.
P.- ¿Qué enfermedades producidas por bacterias se eliminarían en los animales de granja mediante la aplicación de bacteriófagos?
R.- Existen fagos para cada especie bacteriana con lo cual, en teoría, siempre sería posible encontrar algún bacteriófago que ataque a cualquiera de los patógenos que pueda causar una enfermedad en los animales. Actualmente se está investigando en la protección de los pollos frente a infecciones por Salmonella y Campylobacter (2 patógenos que pueden tener repercusiones en la salud humana) mediante el uso de fagos, y también en fagos para eliminar las bacterias que causan mamitis en el ganado vacuno. Dependiendo de las regiones y del tipo de explotaciones, hay patógenos que son más predominantes que otros.
P.- ¿Existe algún producto basado en fagos y para este tipo de enfermedades que ya se esté comercializando?
R.- Sí, existen productos. Está el ListexTM, una mezcla de varios bacteriófagos que son activos frente a uno de los mayores patógenos alimentarios, Listeria monocytogenes. Este producto se puede utilizar en alimentos para evitar la contaminación de los mismos por este microorganismo. Se empezó utilizando en Estados Unidos con el permiso de la FDA (Food and Drug Administration) y se ha extendido su utilización en quesos y todo tipo de alimentos. En la Unión Europea existe una política mucho más restrictiva y exigen muchas más pruebas para demostrar que “algo” hace “algo” y que no tiene efectos secundarios.
P.- ¿Cuál es la importancia de esta investigación para las empresas?
R.- Si realmente los grupos de investigación consiguiésemos demostrar que un producto de este tipo lo suficientemente efectivo para combatir una determinada infección (terapia fágica), como por ejemplo, para combatir la mamitis, o en el caso de los alimentos para evitar su contaminación (biocontrol), las empresas de biotecnología podrían estar interesadas en fabricarlos de forma industrial para su posterior comercialización; necesitan algo que les permita tener un éxito comercial basado en algo que realmente funcione.
P.- ¿Cuáles son las principales fuentes de financiación?
R.- Generalmente son fondos públicos. En los últimos años hemos tenido fondos de los programas de investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación. También hay programas regionales de investigación: PCTI (Plan de Ciencia Tecnología e Innovación) del Principado de Asturias y alguna pequeña colaboración con empresas a las que les interesa que en nuestro laboratorio se ensaye con algún producto lácteo concreto. Hay otro proyecto en trámites de solicitud, es un proyecto CDTI, que involucra a varias empresas, pero aún sin fecha para la confirmación.
P.- Finalmente, vosotras como mujeres, ¿cómo os sentís trabajando en este sector?
R.- En nuestro caso en concreto nunca hemos sufrido discriminación. Yo personalmente y, supongo que debido a las circunstancias, hasta que se terminó de construir este centro estuve aproximadamente un año trabajando en el edificio contiguo (SERIDA), en el cual me facilitaron un lugar de trabajo hasta que fue inaugurado el IPLA, del que he sido Vicedirectora durante muchos años.
En el área de Ciencia y Tecnología de los Alimentos del CSIC somos más mujeres que hombres en el personal de plantilla. En nuestro caso concreto, intentamos “equilibrar la balanza” pero nos resulta difícil seleccionar a chicos, primero porque se presentan muy pocos a las convocatorias de becas o contratos asociados a proyectos que periódicamente podemos ofrecer, y segundo, porque hemos comprobado que habitualmente las mujeres aportan mejores expedientes, debido a que suelen ser más constantes y responsables durante el período de estudios.
Lucía Cornejo