Mariúpol, ciudad ucraniana en el punto de mira de Putin, es de nuevo un símbolo de resistencia en el conflicto. El presidente ruso amenaza, bombardeando la planta siderúrgica en la que miles de civiles y soldados han encontrado un refugio temporal, aunque finalmente, recula con su decisión.
Tras casi dos meses de bombardeos, la ciudad de Mariúpol ha ido cayendo debido a los diversos ataques por parte del frente ruso, fijando su último foco de resistencia en la acería de Azovstal. Dicho refugio, inaugurado en los años treinta, es uno de los principales activos de la antigua Unión Soviética. Éste consta de 11 km cuadrados a lo largo de la costa del mar de Azov y en su interior se forma una red de laberintos y túneles dónde se esconden ciudadanos y militares ucranianos.
Este búnker se ha convertido en el principal objetivo de Putin, por haber sido parte esencial en la industria soviética y además, por poder exhibir dicha ocupación como triunfo en el desfile del 9 de mayo de Moscú. Para obtener dicho territorio, el gobernante ruso ha dado un ultimátum a los refugiados, en el que exige abandonar la zona o arriesgar su vida si no lo cumplen.
Sin embargo, Shoigú, el ministro de defensa de Rusia, ha comunicado, el día 21 de abril en la televisión de Rossía 24, la decisión del mandatario ruso de abandonar el asalto a la acería, pero no dejará de tensionar la zona. «Creo que el asalto propuesto a la zona industrial no es práctico. Ordene cancelar», dijo Putin. Este asegura que la zona de Mariúpol ha sido ya tomada por las fuerzas rusas. El objetivo principal de la retirada es salvar las 2.000 vidas ucranianas que seguían a cubierto.
Además, a última hora de la jornada, Mijailo Podolyak, reconocido negociador ucraniano, ha propuesto personalmente participar en una ronda de negociaciones para intentar ir solventando el conflicto.
María Muñoz Rodríguez Brusco
Alba Asensio García