Ricky Rubio, el base español de los Minnesota Timberwolves, no está viviendo sus mejores días en la NBA. Está sufriendo una crisis de juego y reconoció públicamente que su nivel ha descendido en los últimos meses. Algo que su equipo ha notado. “Voy a ser sincero: no me siento cómodo en la cancha. Tengo que volver a ser el que era. Trabajo para ello. Es algo que he perdido y es duro para mí”. Eso es lo que le confesaba hace unos días a un periodista de Associated Press.
La alegría y vitalidad que transmitía el juego del jugador español, capaz de visionar jugadas imposibles, parece haberse difuminado recientemente. Esta temporada debía ser el momento de su consolidación en la mejor liga del mundo. Con 23 años, Rubio era a priori una de las piezas más importantes de los Timberwolves para este curso. De ahí la decepción del catalán al ver que las cosas no están saliendo como él quería: «No estoy siendo yo mismo y el equipo lo está notando. Es baloncesto y me gusta, pero no me estoy divirtiendo como solía hacerlo”. Rubio, formado en la cantera del Juventut, dio el salto a la NBA hace tres temporadas y, tras pasar en el dique seco su primer año por una grave lesión de rodilla, ha ido ganando presencia y minutos en una franquicia que ve en el catalán a un prometedor base de cara al futuro.
La reciente situación del equipo tampoco ha ayudado a mejorar su decepción. Los Timberwolves deambulan por la conferencia oeste de la NBA. Sin apenas opciones de entrar en los play off por el anillo, viven cada semana inmersos en nuevas polémicas. Aparte del bajón de juego del base español, la franquicia ha visto cómo su estrella, Kevin Love, es uno de los nombres que suenan insistentemente para reforzar a Los Ángeles Lakers en el mercado de traspasos. Además, el propio jugador, líder del equipo, criticaba la semana pasada en rueda de prensa la actitud de varios jugadores –Barea y Cunningham, en concreto–, a quienes acusaba de no estar comprometidos con el equipo.
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