Fiel a su historia el Atlético de Madrid sufrió más de la cuenta para superar al PSV.

Cuando ya no quedaban fuerzas en las gargantas, cuando la tensión y el sufrimiento bajaban el volumen del Vicente Calderón, apareció el efecto Simeone.

El Atleti intentó por todos los medios traspasar el muro defensivo del PSV, que supo plantar en propio campo una línea de cinco jugadores, que en los momentos de mayor efervescencia rojiblanca fueron ocho. Y que cuando pudo, contragolpeó con velocidad y generó más de un susto al equipo español.

El empate 0-0 en los 120 minutos obligó a la definición desde el punto penal.

El canto en honor a Luis Aragonés se escuchó durante el sorteo que sentenció que iniciaba cobrando los holandeses, así que los rojiblancos por siete series, sostuvieron la presión de estar obligados a anotar para seguir en la Champions League.

Para la octava tanda de lanzamientos, Narsingh quien había ingresado al partido faltando dos minutos para el final de la prórroga por el capitán De Jong,  agarró el balón.

Tal vez compartiendo la teoría futboléra, de que un jugador que va a patear un penalti con pocos minutos en cancha esta frío y tiene un grado de concentración mucho menor a los demás. Simeone en un acto puro de entrañas y corazón, se metió a la cancha, empezó a arengar como si fuera el primer minuto y levantó a los aficionados rojiblancos que se batían entre un preinfarto y un excesivo consumo de uñas.

El penal visitante con más decibeles fue el inicio del éxtasis colchonero. Narsingh estrelló su disparo en el travesaño. Simeone volvió a sus cabales y con la satisfacción del deber cumplido se puso al lado de su cuerpo técnico a la espera de que Juanfran culminara la tarea.

El lateral hizo su parte, mando el balón al fondo de la red para el delirio de los de Manzanares, euforia colchonera, puños apretados y felicidad de que por lo menos el Calderón tendrá otra noche más de Champions League.

Jairo A. Castillo

@jairocastillo88