Si aún no lo hemos hecho, estos días tenemos la última oportunidad de ver una de las exposiciones temporales más concurridas que a lo largo de los últimos meses ha alojado el museo Thyssen-Bornemisza. Desde el pasado 22 de octubre hasta el 18 de enero de 2015, podremos disfrutar de la moda de uno de los más grandes desde un punto de vista al que estamos menos acostumbrados.
Humbert de Givenchy baja de la pasarela para encontrar su sitio en el museo ofreciendo una retrospectiva de su casi medio siglo de trabajo en el mundo de la moda. Él mismo ha sido el máximo implicado en los detalles de la exposición, bocetando cada uno de los diseños que quería que fuesen expuestos.
Con tan solo 24 años comenzó su carrera como modisto, en oposición a los deseos de sus padres. En 1952 nació su propia firma: la Maison Givenchy y hasta 1988, año en el que decide vender su firma a Louis Vouitton, retirándose definitivamente en 1995; no dejó de crecer desde lo más bajo hasta colocarse al mismo nivel del que siempre ha sido su gran inspirador, Cristóbal Balenciaga. De la admiración por el corte impecable, la elegancia y la modernidad de éste nació la vocación de Givenchy por la moda, y es por ello que nunca dejará de sentirse pequeño al lado del modisto vasco, del que quiso emular su espíritu, y aunque nunca llegaron a trabajar juntos, Balenciaga siempre fue como un padre para él, apoyándole y guiándole en todo momento, e incluso le recomendó a sus clientas cuando cerró su casa.
Humbert de Givenchy fue un revolucionario para su época, siendo el primero en atreverse a hacer tejidos que simulan la piel de animal con plásticos, hace 60 años. También comenzó a usar otros tejidos no considerados nobles para la alta costura, llevándolos a vestidos de noche e incluso de novia. Sin olvidar en ningún momento la elegancia, el atrevimiento y la sofisticación, llevaba a cabo juegos visuales combinando texturas que conseguían hacer que plásticos llegasen a parecer diamantes. Es por ello que sus prendas, sin verse encadenadas nunca a un estilo determinado, eran testigos directos de confección de lujo y alta costura del siglo XX.
La mujer fue en todo momento la protagonista de sus diseños, la ropa de Givenchy se caracterizaba por una versatilidad que permitía a la mujer combinar las prendas de distintos modos, dejando que fuesen ellas las que hiciesen su propia colección. Sus clientas, entre las que estaban Grace Kelly, la duquesa de Windsor, Jackie Kennedy, y en especial Audrey Hepburn, no solo eran sus amigas, sino también sus mejores embajadoras, y además de gustarles sus diseños, le querían como persona. El motivo por el que escogían a Givenchy y no a otro modisto era porque le veían capaz de proyectar el estilo de vida de cada una de ellas en su propia ropa. En la exposición, una sala se encuentra dedicada precisamente a Audrey, con la cual tenía una relación especial. Juntos diseñaron la imagen de la actriz y llegaron a hacerse indispensables el uno en la vida del otro. Entre los trajes que se muestran en esta parte de la exposición está el famoso vestido que lució Audrey en Desayuno con diamantes.
Además de diseñador, Givenchy era coleccionista de arte y amante de los siglos XVII, XVIII y las vanguardias del XX. Esta sensibilidad artística se refleja en sus prendas, muchas de las cuales han sido elaboradas proyectando en los tejidos formas, colores y tramos de alguno de los grandes pintores que admiraba, haciendo que sus diseños nazcan de un matrimonio entre moda y arte.
Como resumen de una vida de trabajo repleta de éxitos, la exposición es un homenaje no solo a Givenchy, sino también a todo su equipo, como reconocimiento a su labor, sin la cual nada sería posible. Ochenta y siete años lleva ya a sus espaldas el diseñador, que después de dedicar su vida a cumplir sus sueños infantiles, no ha dejado atrás una gota de esa pasión por la moda que lleva en la sangre y que se refleja en cada una de sus obras de arte.
Andrea Fernández González
@AndreaTB95
