La Democracia sin participación no es posible ni creíble. Creo también que la participación debe garantizarse en todos los momentos de un proceso democrático, esto es, hacer real el derecho a la información, a la opinión y a la toma de decisiones.
Me parecería absurdo (quizá solo a mi) elegir un parlamento en un pueblo de 10 habitantes. Y absurdo me parece que un país de 47 millones de personas se constituya en Asamblea Permanente.
Es por ello que la llamada democracia directa tiene límites para su credibilidad en tanto no se cumplan en grado apreciable los tres elementos citados, cuando menos. Y existe democracia representativa porque una sociedad compleja organiza su vida en función de su diversidad, sus distintos niveles y sus correspondientes responsabilidades.
Si una o varias personas se postulan y compiten para dirigir un colectivo, un proyecto, y son elegidas para ello, lo hacen como depositarias de una delegación que se les otorga en base a la idoneidad, preparación, dedicación y asunción de responsabilidad que ellas mismas han comprometido. (A veces con suma arrogancia).
Cuando llega el momento de tomar decisiones, ¿ qué sentido tiene olvidar todo ello y pretender que decidan quienes no tienen su nivel de información, ni los mismos medios de opinión y que delegaron en ellos?. Fácil, sino va bien será porque lo quiso la gente.
¿ Y a qué se postularon?. En ese caso los partidos políticos, por ejemplo, no deberían tener direcciones. Bastaría con una suerte de consejos de administración que cuidaran el patrimonio, cobrasen las cuotas y organizaran las campañas electorales.
Pienso que lo más democrático es que todos participemos con todas las garantías en el ámbito y nivel en el que estamos, en función de nuestra responsabilidad. La adulación al “pueblo” en abstracto como “colectivo sabio” al tiempo que se le niegan los instrumentos para formarse una opinión, es solo una perversión con la que el populismo esquiva la Democracia y manipula a la gente.
No es casual que quienes fomentan esas formas, gusten también de ser elegidos por el pueblo mismo. Así no tienen que dar explicaciones a ningún órgano, control o colectivo concreto. Pasan a depender de Dios y rinden cuentas ante la Historia. ¡Qué menos para tan singulares seres!. Siempre cabe una asamblea del “pueblo” que les revoque, aunque no conozco ningún caso.
Vamos, que “democráticamente” se puede elegir un autócrata y no darse ni cuenta.
Ángel Pérez es poliltico