Estoy segura de que todos nos hemos maravillado alguna vez al ver una orquesta, y hemos admirado la increíble sincronización de todos sus intérpretes.

Imaginemos que decenas de personas leyeran a la vez un mismo texto y este fuera perfectamente inteligible. Imaginemos ahora que esas personas estuviesen leyendo cada una un texto diferente y aún así el significado general fuera comprendido por todos los oyentes, aunque fuésemos incapaces de entender lo que está diciendo cada uno de ellos por separado.

Pues esto es lo que ocurre en una orquesta: decenas de músicos interpretan cada uno su papel en perfecta coordinación para conseguir emitir un mensaje común.

Para que esto suceda así se tienen que dar una serie de condiciones sin las cuales el resultado sería muy diferente.

Por un lado, cada uno de los músicos está técnicamente preparado para interpretar su papel. En términos de lenguaje, su dicción es perfecta, conoce el idioma en el que está hablando, y sabe cómo transmitir un mensaje en ese idioma.

Pero esto no es suficiente: si cada uno de los músicos tocara su parte por separado, lo haría de forma muy diferente a como lo hace cuando está en la orquesta. Tiene que haber algún otro secreto.

El secreto está en la forma de adaptarse al grupo y, sobre todo, en la forma de dejarse liderar por otro individuo: el director.

Durante los ensayos, el trabajo del director consiste en hacer entender a cada uno de los músicos cuál es su visión personal de la obra que están trabajando, de forma que los intérpretes se convierten en el instrumento del director, dejando de lado su propia personalidad para que éste nos exprese su mensaje.

Se trata de un engranaje en el que cada pieza coincide perfectamente con la de al lado precisamente porque ha abandonado su capacidad de ser individual para sumarse a un grupo que se pone a disposición de una voluntad mayor.

De esta forma, muchas voluntades individuales renuncian a parte de su personalidad para construir un nuevo mensaje mucho más elaborado y completo que el que cualquiera de ellos podría haber conseguido por separado, desafiando las reglas más elementales de las matemáticas para demostrar que la suma de muchos individuos en ocasiones puede dar lugar a algo mucho más grande simplemente restando algo a cada uno de ellos.

Es algo que sólo la música puede conseguir.

 Yrene Echeverría

Profesora de música y creadora de www.elviolin.com