Rusia ha conseguido reducir en siete días desde su intervención militar en Siria la presión sobre el régimen de Bashar al-Assad, cortando la línea de suministros de armamento del Estado Islámico (ISIS) tras golpear los cazas y bombarderos diez objetivos yihadistas: centros de mando, almacenes con armas y campos de entrenamiento; informó el 4 de octubre su portavoz en el Ministerio de Defensa, Ígor Konashenkov. Las cancillerías occidentales coinciden, según reacciones recabadas por la agencia EFE, en que el presidente Vladimir Putin habría salido al paso de las críticas de Estados Unidos (EEUU) y del Reino Unido sobre que el ejército de Rusia operaba en Siria bombas no guiadas, a merced de la gravedad una vez soltadas por sus aviones.
Moscú está dispuesto a ‘congelar’ el conflicto de Ucrania, que ha causado la muerte de 8 mil personas en un alto el fuego inexistente, para tender su mano a un país ‘amigo’ desde la Guerra Fría: Siria, que le permitió establecer en el puerto de Tartus una base militar con salida al mar Mediterráneo para apoyar a la flota de la armada de la URSS. La base naval de 400 metros cuadrados, única base militar de Rusia en el extranjero, está ubicada a 160 kilómetros de Damasco, la capital de Siria, y a 30 kilómetros al norte de la frontera con el Líbano.
En 2012, la base militar rusa en el puerto sirio de Tartus, recibió un grupo de barcos encabezado por el portaaviones ‘Almirante Kuznetsov’. Los militares de la expedición del ‘Kuznetsov’ a Siria, negaron a la plataforma rusa en internet que funge como recurso informativo multilingüe de la actualidad del país, ‘Russia Beyond the Headlines’, que el desembarco estuviese relacionado con la situación política y militar en la región. Sin embargo, “algunos expertos aseguran que los barcos rusos servirán para detener el conflicto militar en Siria”, recogió la publicación el 12 de diciembre de 2011.
El ‘Kuznetsov’ llegó cargado de ocho cazas Su-33, de varios MiG-2K, de doce lanzadores de misiles antibarco Granit, de un sistema antiaéreo de misiles Kinzhal de seis cañones, de ocho instalaciones de artillería antiaérea Kórtik, de seis piezas de artillería de seis cañones de 30 milímetros АK-630М, de dos lanzacohetes antisubmarino RBU-12000 Udav, “y de otro tipo de armamento”, enlistó la misma fuente digital. “No hay que interpretar la entrada de barcos rusos en Tartus como una reacción ante los acontecimientos que están teniendo lugar en Siria. Esta expedición fue planeada en 2010, cuando aún no se había producido ningún acontecimiento de esta índole”, explicaba en 2011 a ‘Russia Beyond the Headlines’ un representante del Estado Mayor de la Marina rusa.
El secretario de Defensa de los Estados Unidos, Ashton Carter, opinó en España el 5 de octubre de 2015 durante una visita oficial al Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional, que Rusia echaba “gasolina al fuego” bombardeando por aire a Siria, no obstante, debilitando las comunicaciones del Estado Islámico en las provincias de Al Raqqa e Idleb una noche antes de las declaraciones del funcionario norteamericano, Vladimir Putin habría logrado otro de sus objetivos: evidenciar la parsimonia de la coalición anti ISIS encabezada por EEUU, y apoyada por la Organización de las Naciones Unidas, que decidió intervenir en la Guerra contra el Estado Islámico el 8 de octubre de 2014 a petición urgente de Irak para defender las minorías cristianas y yazidíes masacradas por el bloque yihadista.
¿Por qué le hubieron bastado a Rusia solamente siete días para bloquear una línea de suministros de armamento del Estado Islámico, si EEUU y sus aliados llevan más de un año combatiendo en la zona y aún no la habían desarticulado? ¿Tendrá que ver con la falta de una estrategia ‘aliada’ sobre ese objetivo? ¿Con la incapacidad? ¿Porque EEUU y sus aliados no hubieron desplegado el armamento suficiente y a tiempo?, o ¿acaso se está exagerando la efectividad rusa?.
Rusia quiere con hacerse con el protagonismo Occidental y demostrar a Irán que sólo ella puede sostener el régimen. Está muy a gusto de que la observen otras potencias mundiales, pendientes de cuál será su próxima maniobra.
Llevando la voz cantante en la lucha contra el Estado Islámico en el frente de Al-Assad, el gobierno ruso busca negociar a mediano plazo la marcha no violenta del presidente sirio, lo que permitiría a Putin influir en la elección de un nuevo mandatario para negociar el destino ucraniano desde Damasco, que le sentaría mejor a los grupos separatista de Donetsk y de Luhansk en lugar de gestionar una posible solución en Kiev; además, conseguiría el apoyo de China y de Egipto, el principal país árabe, para frenar a los islamistas, y así presionar al presidente de Turquía, Tayyip Erdoğan (debilitado por los resultados electorales, con el peso de 2 millones de refugiados sirios en su territorio y frente a una nueva guerra civil con los kurdos) para que deje de apoyar a las fuerzas que ansían derrocar ‘por las malas’ a Bashar al-Assad.
Turquía, sería el candidato a ser miembro de la Unión Europea más perjudicado por su entorno. Quedaría maniatado por un hipotético vecino sirio aupado por Vladimir Putin, por un tercio del Mar Negro bajo la tutela de Moscú si Ucrania finalmente se divide; porque Grecia está en plena reestructuración económica, y carece de peso mediático en la zona; porque Irak e Irán siguen inmersos en su guerra, y porque en Georgia, en Azerbaiyán y en Armenia, Rusia presume todavía de injerencia, la que tendrá a raudales mientras siga presentándose como un actor mundial capaz de proponer un plan de paz viable frente a las políticas de EEUU, a quien señala como “responsable de la expansión del terrorismo religioso” por todo el mundo.
Daniel Chanona, alumno en Grado en Periodismo.