Todos tenemos en la cabeza algunas de las grandes melodías de Tchaikovsky, incluso aunque a veces no sepamos que son suyas: el Lago de los cisnes, el Cascanueces, el Concierto para piano… Todas ellas tienen algo en común: la capacidad de transportarnos, de hacernos sentir que nos mecernos con ellas, casi parecen sólidas por su capacidad de elevarnos como si de una alfombra mágica se tratase.
Y es que Tchaikovsky es el mago de las melodías, su música tiene la capacidad de fluir de una forma natural pese a haber tenido una vida en la cual pocas cosas fueron fáciles, o al menos no lo fueron durante demasiado tiempo.
Para comenzar, su vocación musical fue más bien tardía: sólo tras terminar la carrera de derecho y ejercer como abogado durante varios años, se permitió ingresar en el Conservatorio y continuar de forma profesional los estudios que había ido realizando de forma paralela a su carrera de abogado.
Más tarde, únicamente se decide a dar el salto de dedicarse por completo a la música gracias a la ayuda económica de una de sus más grandes admiradoras, la que sería más tarde una de sus mejores amigas. Una amiga algo peculiar ya que nunca se conocieron en persona, toda su relación, durante más de catorce años, fue epistolar. A pesar de haber tenido ocasión, ambos trataron de evitarse durante toda su vida, quizá para seguir teniendo cada uno la imagen ideal que tenían del otro, no hay que olvidar que estamos hablando del Romanticismo.
Emocionalmente tampoco acompañó la suerte a Tchaikowsky: un compromiso que acabó en ruptura al casarse ella con otro hombre, un matrimonio que fue un fracaso desde el principio y que acabó en separación, finalmente una homosexualidad reconocida a medias… Todos estos fueron episodios que le sumían en profundas depresiones de las que salía a duras penas para seguir trabajando en su música.
Tras dejar el alma como nunca en su sexta sinfonía, y al no tener en el estreno el reconocimiento que él sentía que merecía, la última de estas depresiones le llevó a la muerte. Tan sólo algún tiempo después por fin el público reconocía su genialidad, pero ya era demasiado tarde para él.
Al conocer todos estos datos podemos imaginarnos lo atormentado que vivió, y así aún cobran más valor todas esas melodías tan llenas de magia, tan ligeras y a la vez tan profundas.
Quizá decidió plasmar en su música la felicidad que le debería haber tocado vivir a él.
Yrene Echeverría. Profesora de música y creadora de www.elviolin.com