“Llevo encima las heridas de todas las batallas que he evitado”. Fernando Pessoa
Agatha Christie, Woody Allen, Jorge Luis Borges, Albert Einstein y Abraham Lincoln, entre otros, han sido los grandes genios tímidos de la historia. Tanto talento y, sin embargo, a la hora de relacionarse con los demás experimentaban preocupación y angustia por el temor a ser rechazados.
Muchas veces, bajo la timidez se esconde la búsqueda de la perfección, lo que dificulta avanzar porque la persona no se permite los errores y potencia la autocrítica. Es un pensamiento de autosabotaje, ya que esperan que mágicamente llegue el día donde serán perfectos y podrán mostrarse sin riesgo de equivocarse.
La buena noticia es que la inseguridad emocional tiene un origen interno y eso significa que solamente depende de nosotros y que tiene solución. Las emociones motoras del orgullo, la vanidad, el miedo, la pereza y la ira están detrás de la timidez y de la inseguridad.
Lo primero de lo que tenemos de ser conscientes es que la inseguridad es un estado emocional intrínseco del ser humano y que puede aparecer en cualquier momento, aunque pensemos que somos las personas más seguras del mundo. Pero la vida nos pone a prueba a cada momento. Por eso es importante estar preparado.
¿Cómo? Equilibrando nuestro orgullo y nuestra ira.
Y aquí es cuando topamos con un muro que se nos presenta casi imposible de escalar. Algunos prefieren evitarlo, pasando de largo y mirando hacia otro lado, sin decidir nada. Entonces corremos el riesgo de caer en la prepotencia y de engañarnos a nosotros mismos para poder sobrevivir.
Otros se quedan mirando al muro, mientras se sienten cada vez más pequeños, más inseguros y frustrados. Y es que, en general, no nos han entrenado para escalar los muros de nuestras debilidades.
Sin embargo la solución la tenemos delante de las narices: Aprender a escalar. Cuando surgen obstáculos que se convierten en problemas deberían saltar todas las alarmas emocionales, ya que “tener un problema” significa no estar preparado para solucionarlo, sino dejaría de ser problema.
Tenemos la oportunidad de reafirmar nuestra personalidad y de sentirnos orgullosos de nosotros mismos. En definitiva, de ser más felices.
No siempre va a salir bien, pero por lo menos nos quedaremos con la sensación de haberlo intentado, y eso nos reafirmará emocionalmente.
La vida pasa y al final nos arrepentimos de todo lo que no hemos realizado.
Montse Martínez. Formadora en Comunicación e Inteligencia Emocional.