Por unas tallas de más

Estos últimos años hemos oído hablar mucho de los trastornos alimenticios y de las enfermedades como la bulimia y la anorexia nerviosa. La sociedad se volcó en encontrar soluciones para solventar el problema que afecta, cada vez más, a chicos y chicas en la adolescencia. Todos nos centramos en recuperar la dieta mediterránea. Nos quejamos de la publicidad que mostraban los medios de comunicación y la imagen que pretendían vender con la moda. Ha pasado el tiempo y pensamos que con eso era suficiente.
Pero, ahora, hay más: si una chica joven, como yo, de 22 años, que no es obesa ni delgada, que tiene caderas, pechos, culo y muslos, pretende comprar en una tienda, de ésas que hay ahora para gente joven, se encuentra en una peligrosa cruzada: encontrar algo que le sirva, ya que las tallas en la mayor parte de los casos no superan la 40 o la M, y si lo hacen, ésta no es real. Tu entras ahí, miras y ves que todo te gusta: esta camiseta, este pantalón… hasta ese sujetador. Pero, ahora bien, diez minutos más tarde te sientes gorda y fea. No te vale nada. Luego te paras a pensar que quizás el problema no sea tuyo, qu,e aunque a ti te sobran unos kilos, a ese fabricante le faltan unos metros de tela para hacer tres tallas más.
Creo que no me equivoco al pensar que no es más enfermo el que, por encajar en esta sociedad, cae en la anorexia, que el fabricante que pretende moldear la imagen de esta sociedad. Ahora, tras muchos viajes a comprar ropa, muchas desilusiones y vueltas a casa con las manos vacías, sé que el único motivo de la anorexia no es la baja autoestima en sí, sino que la sociedad no te permita aceptarte cómo eres, porque tienes que ser como ellos quieren.

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