Emilio Carrere fue uno de los grandes poetas bohemios. Nació en Madrid, en la Plaza de Matute 7. Su madre era una soltera que murió al dar a luz. Su padre no quiso saber nada. Lo crio su abuela. Pasaron tantas fatiguitas, que Carrere escribió:
Yo fui un niño enfermizo, pálido y enlutado,
que demasiado pronto conoció la tristeza
del trágico y grotesco dolor de la pobreza.
Un buen día, se dejó engatusar por la vida bohemia. Como decía Carrere: “No puede adaptarse ni venderse un hombre a quien no le importa morirse de hambre en el arroyo”. También decía que “nunca he sabido si soy bohemio por necesidad, por vocación o por pose”. Declaraba orgulloso que era “el más sincero poeta de la miseria”. Era un crack inventando trucos para sablear a los amigos. Y así estuvo, gorroneando, hasta que a su padre le dio por morirse y le dejó un montón de libros y una pasta gansa, que Carrere se fundió en dos patás. Se mudó a un piso de lujo en la calle Rosales. Se compró un cochazo. Y se olvidó de la bohemia.
Se volvió monárquico-conservador. Apoyó al bando rebelde en la Guerra Civil. Y se convirtió en el poeta rocambolesco del régimen de Franco. Hoy merece la pena recordarle. Maestro. Cronista de Madrid. Poeta.
Con David Botello, Esther Sánchez, Ainer Ainara, Lorenzo Moncloa, Candela Botello, Edgar Martín Jiménez, Juan José Ceballos Norte y Miguel Ángel Vázquez Fernández.