A mediados del XIX, los españoles estaban hartos de todos los jaleos con los que había arrancado el siglo: la Guerra de la Independencia, las cositas de Fernando VII, la Guerra Carlista, las cositas de Isabel II… Ahora, España iba bien y la gente estaba como loca por desconectar y pasárselo en grande. Un poco como ahora.
Aparecieron nuevas formas de ocio y nuevos lugares para quedar con los compiyoguis. Nobles y burgueses se dejaban ver en carro por las alamedas y los paseos, cenaban en los restaurán más exclusivos y organizaban en sus palacios tertulias, bailes, conciertos, obras de teatro y demás saraos para reunirse, charlar de sus cosas y hacer netgüorquin.
Los más inquietos organizaron ateneos; los más juguetones, casinos; los más rebeldes, logias masónicas; y el pueblo, que no podía permitirse tanta actividad, pero que también tenía ganas de disfrutar, descubrió un nuevo tipo de garito: los cafés cantantes.
Y, además, la tumba de Rosario Pino en el Cementerio Sacramental de San Justo.
El “Amante bandido” de Miguel Bosé.
La novela “Lope de Vega. El desdén y la furia”, de Blas Malo Poyatos.
Las decenas de versiones de “El día que nací yo”.
El teatro de Jardiel Poncela.
La música pájara de Olivier Messiaen.
¡Y mucho más!
Con Esther Sánchez, Ainer Ainara, Alberto Moreno,
Yolanda Rocha Moreno, Edgar Martín Jiménez, Juan José Ceballos Norte y Miguel Ángel Vázquez Fernández.