Y llegó el día. Los osados adolescentes fueron tumbados. Ya era hora dirían algunos, pero no yo. Estos rebeldes sin causa, la clase más traviesa del highschool, merecía conseguir el ansiado récord de 33 victorias. Una manada de machos ciervos fue de nuevo la aguafiestas, como ya lo fuera en la temporada 71/72 ante los Lakers.
Justo cuando estaban casi en la cima del monte Olimpo, el elegido para los dioses, una serie de cornadas de unos ciervos enfurecidos les hizo caer de nuevo a la tierra. No querían volver, se vivía muy bien viendo todo desde las
alturas, sintiéndose inalcanzables. Pensaron que no habían sacado billete de vuelta, por lo menos para tan “temprano”, pero no era así.
Sonó la campana y los jóvenes debían de regresar a las aulas. Cabizbajos, sin ganas. Hasta el matón permitió que un “don nadie” le intentara saludar. No hizo nada, no se revolvió. Agachó la cabeza y siguió hacia delante. Hasta el profesor le regañó por llevar la gorra puesta en clase. Tuvieron que volver a hacer los deberes, a estudiar, a subrayar los libros y lo peor, a atender en clase. El mejor amigo del popular, Klay Thompson, intentaba consolarle. Estaba hundido. Ni los mimos de la cheerleader más bella eran capaces de levantarle el ánimo.
Pero sabían que tenían que levantarse. No podían dejar comerse la tostada por otros que no eran tan respetados como ellos. Al salir de clase, decidieron ir a la cafetería habitual. Se autoexigieron seguir igual. Una piedra en la chancla no les iba a molestar todo el camino. Pidieron un café y una hamburguesa, para coger fuerzas. Lo mejor está por llegar, gritaron al unísono.
El camarero, que se había permitido una licencia en forma de broma al verles entrar, finalmente les dijo que invitaba la casa. Habían recuperado el respeto que, por unas horas, habían perdido. Se dieron cuenta de que seguían siendo los mejores, los reyes del baile, de las fiestas más locas y en definitiva del instituto. Llegaron las respectivas. La más guapa sentada al lado de Stephen, su amiga emparentada con Klay y la chunga del grupo, si esa que lleva gorra sudadera, tatuajes y piercings, al lado del matón. Todo volvía a la normalidad. El empollón volvió a sacar sus libros y a leer, con sus gafas de pasta, pero no de postureo, sino de sabelotodo. El no tenía chica al lado, pero le daba igual. Sabe que algún día llegará su momento.
Pensarán algunos que el empollón no suele ser aceptado por los grupos más cool del instituto, pero este era diferente. Era amigo de sus amigos, lo querían porque nunca les dejaría de lado ni tirados. Otro perfil al del matón, pero con la misma función.Volverán a ganar y a hacer disfrutar a todo el mundo. Siguen siendo los Golden State Warriors. Que viva el baloncesto y la madre que los parió.
Juan Lorenzana Prieto @juanlp91
Isabel Velásquez Verde @isabelcristina0