A simple vista, está historia no tendría nada de especial. Sin pararte a preguntar solo verías en unas pistas de baloncesto del humilde barrio de Los Rosales como se reúnen, un miércoles más, las jugadoras del Distrito 22. Son las 20.15 ya es de noche, hace bastante frío, pero nada de esto las impide juntarse para jugar su partido de entrenamiento antes de enfrentarse en un partido de liga de baloncesto aficionado de Madrid. Todas ellas están en edad de trabajar ya, algunas incluso tienen hijos a los que cuidar y, si es necesario, echan mano de algunos chicos que las ayuden a ser suficientes como para enfrentarse en al menos un 3×3 a toda la cancha. A simple vista, como decía, no verías nada más.
El aliciente del deporte aficionado
No obstante, nosotros no nos contentamos con lo que se ve. Profundizamos un poco más, descubrimos que es un espacio en el que en los últimos tiempos han variado las edades de los que entrenan tanto en chicas, donde entenderíamos que se trata de un relevo generacional, como de chicos, lo que indica que está abierto a nuevas caras que disfruten y se manejen en el deporte de la canasta. “No tienes que ser un hacha para jugar. Simplemente pasarlo bien, hacer deporte y mantenerte en activo” dice Luisa, su capitana, este es el principal aliciente del deporte aficionado, de este pequeño espacio del deporte donde todos caben.
Pero este equipo no es un equipo cualquiera. Distrito 22 surgió hace muchos años. “Algunas llevamos aquí entrenando habitualmente y jugando partidos desde los 9 años, esos son 30 y… muchos años” nos comenta la capitana. El núcleo del equipo jugaba antiguamente en diferentes clubs de los colegios de Villaverde que participaban en la liga del distrito. Llegada una edad no existía ningún club en el que pudieran seguir, por eso Manuel Herreros y Alfredo Jiménez, entrenadores de los colegios Manuel de Falla y del Cristóbal Colón, decidieron “montar un equipo cadete con todas las mejores jugadoras de los colegios que habían participado en las ligas anteriormente en Villaverde”, tal y como nos cuenta Alfredo Jiménez, que aún hoy se junta con ellas todos los miércoles para entrenar. Así nació Distrito 22. A su vez, se formó un equipo masculino, donde ya empezaron a formarse algunos de los lazos que hoy les permite seguir siendo suficientes incluso los días más duros. En unos pocos casos incluso podemos decir que está se convirtió en una historia de amor.
La verdadera magia del deporte
Ni que decir de la edad en la que estas jugadoras se reunieron en Distrito 22. La adolescencia no es una etapa sencilla, las malas decisiones pueden pesar mucho y el deporte impide todo eso. “El baloncesto las unió, el baloncesto las hizo piña, el baloncesto las hizo quedar entre ellas, caerse bien, ser amigas y les dio un mundo en el que se lo pasaban bien y en el que no encontraron la necesidad de encontrar otra cosa fuera más allá que en el baloncesto”, nos contaba el entrenador. Es decir, mucho más que botar una pelota y encestarla, este deporte les ayudó a lidiar con una etapa complicada de sus vidas, en barrios en los que no era precisamente más sencilla, pero, con el baloncesto y las amistades que nacieron de estas no era necesario nada más.
Así que podíamos habernos parado y ver solo un grupo de personas juntándose para jugar, pero, de habernos quedado ahí, no habríamos visto que el baloncesto aficionado quería contarnos algo más a través de ellas. No habríamos conseguido ver ese espacio en el que los lazos se forjan, en donde todos caben, en donde el beneficio es para todos los que juegan, donde hasta las historias de amor pueden surgir y donde el deporte aficionado es mucho más que una simple actividad física, es un sitio de oportunidades que puede lidiar hasta con las etapas más duras de nuestras vidas.
David Jiménez/ María Jerez / Daniel Prado