Descubrir la oquedad del universo y convertirla en su esencia fue durante mucho tiempo ejercicio reservado a unos cuantos monjes zen. Sólo occidente comenzó a acariciar un arte parecido cuando Kant formuló su conocido eslogan vacío de contenido, el imperativo categórico. Desempolvándose el horror vacui del Barroco, el filósofo formalista abría paso, sin quererlo, a lo que más tarde Lipovetski denominaría La era del vacío…
Aunque las excepciones no hacen regla en el caso de los eslóganes políticos, rara es la consigna política que encierra un verdadero contenido. La mayoría de ellas se caracteriza por el arte de inflar el lenguaje hasta hacerlo casi ingrávido. “Piensa en grande”, “Yes we can”, “Pa’lante comandante”, “Motivos para creer”, “Un país normal”, “Las ideas claras”, “Som com tu”, “Es hora de soluciones”, “Pelea por lo que quieres” o todos aquellas consignas que utilizan el término “cambio” son ejemplos de los eslóganes sufridos por las poblaciones de un lado y otro del charco y de ambos lados de las ideologías.
Con ocasión de las pasadas europeas, la propaganda política ha continuado por la misma senda kantiana, la de movilizar el voto sin decir nada concreto, para no pillarse los dedos… Y es que si un extraterrestre nos hubiera visitado durante estos días, no sabría distinguir si lo que se vende es un programa político o una lavadora, que para el caso viene a ser lo mismo. O, peor aún, el marciano no podría saber de qué lado de la rive está el político en cuestión. ¿Será esto el famoso Fin de las ideologías de Fukuyama?
“Lo que está en juego es el futuro” rezaba el malevichiano eslogan de un Arias Cañete azulado sobre fondo azul. A no ser que seas punki, no hay nada malo en pensar en el futuro, pero cuando las barbas de tu vecino están a punto de ser desahuciadas urge pensar en el ahora más presente… Todos, hasta el mismísimo Pablo Iglesias, nos hemos sorprendido con la irrupción de Podemos (más nietzscheanos que kantianos), pero la gran sorpresa del domingo es que el PP de Cañete, con la pésimachista campaña y arrastrando la sombra de los barcenismos, haya logrado parar el desangre hasta el número 16.
Con el mismo afán zen se presentó Elena Valenciano con su “Tú mueves Europa”. En el caso de que eso sea verdad, uno se pregunta, pero ¿hacia dónde?, ¿más aún hacia el imperio de los mercados y los bancos?, ¿orbitando más sobre la Alemania de Merkel?, ¿hacia el abismo? No deja de sorprender, al igual que con el PP, que el PSOE, con toda esa retórica hueca del “Tú mueves Europa” y con el largo historial de traición hacia sí mismo y a sus votantes, sólo se haya deshinchado hasta un flácido grado 14…
Los partidos minoritarios (si es que aún se los puede llamar así) también han esgrimido el mismo tipo de literatura hueca. Para UPyD, digo Rosa Díez, “La unión hace la fuerza”, que es como decir que “A quien madruga Dios lo ayuda”. El lema de IU, “El poder de la gente”, era igualmente insulso. Quien se haya leído los tres tomos del Capital no dejará de sorprenderse de que se puedan resumir tan mal todos esos libros en una frase tan pésima… “La Europa que queremos” (Ciu), “La Europa de las personas” (Compromis), “La solución es cambiar” (vox) son otras de las perlas literarias de estos días pasados.
Es comprensible que la derecha en España (incluyan también el PSOE) no haya mostrado sus cartas (“Viva el Mal, viva el Capital”) y se presente con afeites recuperacionistas y progresistas de todo tipo, pero que la izquierda emergente sea reticente a la hora de nombrar la bicha… Y es que, si quiere mantener la erección del momento, necesitará algo más que la viagra del marketing voluntarista. Sólo substanciando más sus eslóganes y hasta transubstanciándose en una potente fuerza política será capaz de frenar las políticas neoliberales y el creciente fascismo del ébola transpirenaico, que aunque en España no haya aflorado, haberlo haylo…
Julio Díaz
