Como todos los años, el G7 ha reunido este fin de semana en la idílica población de La Malbaie (Canadá) a las 7 naciones más poderosas e industrializadas del mundo, que en conjunto suponen un 64% de la riqueza total del planeta. Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido han logrado reunir a sus líderes en un momento de inestabilidad política y comercial global, con todos los focos puestos en la reacción del presidente americano Donald Trump tras las últimas semanas de escalada de tensión en sus declaraciones después de la imposición de aranceles al acero y al aluminio de sus principales aliados comerciales.
Con esta presentación, las instituciones internacionales esperaban ver el desarrollo de una reunión de alto nivel, en la que los líderes de las 7 naciones pusieran en conjunto los dilemas más acuciantes que afectan al orden mundial y que buscasen una solución común que resultase ventajosa para todos ellos y, por ende, para el resto del mundo que navega «al rebufo» de estas grandes naciones. No obstante, el diálogo ha distado mucho de desarrollarse en un entorno constructivo de búsqueda de soluciones, quedando embarrado por el cruce de declaraciones entre el presidente canadiense Justin Trudeau y, una vez más, el polémico magnate y presidente americano Donald Trump.
Aunque en un inicio los representantes de las naciones buscaron un diálogo abierto respecto a problemas tan relevantes como el cambio climático y la implantación de las medidas impuestas en el acuerdo de París (del que EEUU se retractó tras la toma de posesión de Trump), las conversaciones acabaron derivando una vez más al tema de los aranceles comerciales y los riesgos del proteccionismo con el que EEUU pretende blindar su economía, donde las posturas de las dos grandes potencias norteamericanas estaban totalmente enfrentadas. Sin embargo, tras vencer la tensión inicial la intermediación del resto de las naciones (destacando la del líder francés Emmanuel Macro, con el que Trump parece mostrar una mayor sintonía) logró que los 7 integrantes de la cumbre llegasen a un acuerdo para suscribir un comunicado conjunto «firmado por todos» con una posición común sobre el comercio internacional, la voluntad de reformar la OMC y la imposición de sanciones a Rusia hasta que Moscú no modifique sus acciones sobre la anexionada Crimea. De forma adicional, el texto contenía en un punto la necesidad de tomar medidas respecto al calentamiento global, la cual no fue suscrita por Donald Trump, pero éste añadió un último comentario reafirmándose en la necesidad de fortalecer la seguridad energética global. En general, los 7 grandes mostraban una relación cordial y reforzaban el mensaje de su disposición por seguir liderando la toma de decisiones sobre problemas que afectasen a la estabilidad global. Sorprendentemente, Trump decidió ausentarse el segundo día de conversaciones ya que su agenda le llevó a viajar a Singapur, donde el próximo martes está acordada una reunión histórica con el líder norcoreano Kim Jong-Un.
La alegría inicial del acuerdo duró menos de lo que tardó el presidente norteamericano en escribir en su red social de divulgación favorita, Twitter, su desvinculación a dicho acuerdo. Desde el mismo Air Force One, Donald Trump afirmó que no firmaría el comunicado al mismo tiempo que insultaba al presidente canadiense por sus declaraciones en las que Trudeau afirmaba que no aceptarían la cláusula exigida por EEUU en la que pedían poder finalizar en un plazo de 5 años el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que están firmando México, Canadá y EEUU. Trump calificó a Trudeau de «deshonesto y débil» por esperar a haberse marchado de la cumbre para realizar esas declaraciones y manifestó que seguiría adelante con su política proteccionista para evitar la competencia desleal de ciertos países, poniendo foco en el sector automovilístico.
En resumen, una vez más Donald Trump ha logrado dinamitado lo que durante menos de un día pareció el alineamiento entre las grandes potencias mundiales. Mientras que muchos analistas internacionales afirman que el comercio global se encuentra en un momento crítico que puede desembocar en la debilidad del bloque occidental (frente a China, India o Rusia), otros analistas creen en la tesis de que esta escalada de tensión no es más que otra táctica más del político americano dirigida a llegar a la reunión del G12 con una posición fuerte que le permita negociar mejores acuerdos para EEUU.
Estén unos u otros acertados, lo que es indudable es que suenan vientos de incertidumbre e inestabilidad. Será necesario esperar a la siguiente reunión de las grandes potencias para ver si una vez más se ponen en evidencia sus desacuerdos o, finalmente, son capaces de sentarse a negociar un acuerdo global que permita beneficiarse a todos por igual.