«Por mucho que las Naciones Unidas o la opinión pública internacional se pronuncie en un caso u otro es imposible llegar a un acuerdo sin el apoyo de las grandes potencias», asegura el diplomático.
Ignacio Rupérez, nacido en Madrid en 1943, ha ostentado el cargo de embajador de España en Irak desde 2005 hasta 2008. Licenciado en Derecho y periodista, ingresó en la carrera diplomática en 1980. Entre sus destinos figuran países como Cuba, Ucrania, Egipto, Israel, Honduras e Irak, donde ha desarrollado una honorable labor de cooperación y representación. Además, ha desempeñado los cargos de jefe del Área de América del Norte, Subdirector de Asia Continental, Director de la Sección de Europa y Director de la Sección de Canadá en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
P: ¿Cree que las Conferencias de Paz de Viena van a conseguir llegar a una solución en el conflicto sirio?
R: Yo espero y confío en que lleguen a alcanzar resultados para la pacificación de Siria y la resolución del conflicto que, como sabes, es un conflicto múltiple (no solamente por las facciones que están en el terreno sino también por los países que las apoyan). Yo tengo cierto optimismo en estas conversaciones, donde por fin se han reunido los principales implicados en el conflicto; Estados Unidos, Rusia, Arabia Saudí e Irán. El acuerdo puede favorecer un alto el fuego y después una solución, pues por mucho que las Naciones Unidas o la opinión pública internacional se pronuncie en un caso u otro es imposible llegar a un acuerdo sin el apoyo de las grandes potencias mencionadas. Por esta razón, soy optimista y pienso que el acuerdo entre “los grandes” es la única solución posible.
P: Si los importantes para la solución del conflicto son estas grandes potencias, ¿por qué hay tantos países participantes en la conferencia?
R: Los que mandan son estos cuatro grandes, comenzando por Rusia y Estados Unidos. Los demás se habrán dado cuenta de que seguían una política errónea y suicida muy perjudicial para Siria porque no todos apoyaban la misma causa ni los mismos medios a utilizar. Todos los países implicados en el conflicto se han dedicado a ayudar a sus amigos, es decir, ha acabado siendo una especie de “guerra a la carta”, donde unos querían combatir en Siria pero no en Iraq y viceversa, otros querían utilizar aviación pero no utilizarla en determinados casos, etc. Así ha sucedido en Libia, donde cada uno ayuda a sus amigos sin tener unos objetivos centrales que estén por encima de la refriega, como la pacificación del país.
P: Usted ha hecho referencia al terrorismo islamista como un grupo con “vocación emocional”, lo que, en mi opinión, dificulta la tarea de combatirlo. ¿Cuál es el remedio para poner freno a la expansión del islamismo radical?
R: Es cierto que hay un componente emocional, ideológico e identitario importante detrás de la actitud de los terroristas. Los principales fenómenos se producen contra Occidente aunque hay otros casos, como el ocurrido recientemente en la península del Sinai, que quizás hayan abierto una nueva fase. En cualquier caso, hasta ahora el máximo peligro es el fenómeno ideológico, identitario y emocional del terrorismo de los musulmanes más radicalizados, que a pesar de ser una minoría son de gran efectividad. La manera de combatirlo es con paciencia y constancia, desactivando el fenómeno terrorista a base de conocer quiénes son, cómo se comunican, cómo actúan y qué les falta para haberse llenado de estos componentes mesiánicos, ideológicos y milenaristas con los que actúan frente a Occidente. Esta fase radical del islamismo yihadista se ha convertido en una especie de antisistema que va en contra de Occidente por todos los medios. Cuando atendemos a la biografía de estas personas en muchas ocasiones vemos que son gente que no está adaptada a Occidente, han tenido pocas oportunidades o sienten que no han sido bien tratados. La pobreza de vida unida a la exaltación de los mensajes a los que recurren forman un conjunto explosivo cuyas consecuencias debemos tener muy en cuenta. Actualmente, se están desarrollando tareas para frenar la expansión. Por ejemplo, la labor policial se está ampliando en los aspectos educativos y sociales para facilitar la adaptación de estas personas para que no tengan el remedio de recurrir a los medios más radicales.
P: Sin embargo, lejos de parecer que se está frenando el islamismo radical, desde Occidente percibimos que se está expandiendo cada vez más.
R: Eso es verdad pero también es verdad que se está haciendo mucho y más se va a hacer. Ahora mismo se está combatiendo el nuevo fenómeno de la mujer yihadista, que tiene una capacidad de expansión e impacto terrible. […].
P: ¿Qué opinión le merece la gestión de Don Bernardino León en Libia?
R: Aunque haya tenido un tropiezo importante empezó muy bien, además el mundo de las Naciones Unidas es muy complicado en el que hay que tener mucho cuidado. Encontrar un acuerdo en Libia es una tarea muy difícil por la multitud de partes que existen. Todas ellas han logrado derrocar a Gadafi y creen que tienen derecho a conservar las armas y su territorio. El problema está en saber si Libia, Siria o Iraq permanecerán como países unitarios. La creación tanto de Libia como de Iraq fue a partir de la unión de tres provincias otomanas y ahora este marco está estallando porque cada provincia quiere tomar su camino. El caso de Libia, como en Siria, demuestra que es precisa la concurrencia de las grandes potencias regionales con unidad de objetivos.
P: ¿Fue difícil restablecer las relaciones diplomáticas con Iraq?
R: No. Mi misión fue reabrir la embajada española en Iraq, que había permanecido cerrada desde el año 1991 con motivo de la primera guerra del Golfo, y restablecer las relaciones. Lo conseguí y ahora hay una embajada y una cancillería abiertas. El restablecimiento de relaciones funcionó muy bien, pues hay que tener en cuenta que los iraquíes se sentían muy asediados y arrinconados pero obtuve toda la ayuda de la población y del gobierno. A pesar de haber sido un país castigado por las potencias occidentales no sufrí ninguna manifestación anti-española o anti-occidental y el gesto de España fue muy bien recibido. Pude recorrer el país entero sin sufrir ningún incidente.
P: En cambio, su libro se titula “Daños colaterales: la vida de un diplomático en la pesadilla de Iraq”. ¿Por qué “la pesadilla”?
R: Se refiere a la pesadilla política. Esta pesadilla ha durado desde el año 1990, cuando se cometió el grave error estratégico de invadir Kuwait. Desde entonces, no ha parado de sufrir sanciones y no ha levantado cabeza.
María Gaytán