Todos sabemos que Mozart fue un genio. El más grande de los músicos de su época y probablemente de todos los tiempos, pero ¿dónde reside su genialidad?.
Podemos hablar de la gran facilidad que tenía para componer. Mozart escribió más de 600 composiciones, casi todas obras maestras. Si alguien dedicara 10 horas diarias a transcribir su obra, tardaría unos 25 años en copiar las partituras que él creó en 30 años, lo que nos da idea de su asombrosa capacidad de trabajo, ya que no necesitaba volver una y otra vez sobre la misma obra: en su cabeza sonaba de forma tan perfecta que las correcciones sobre el papel se hacían casi innecesarias.
Podemos hablar también de su precocidad. Sus primeras obras las hizo con sólo 5 años. Sus juegos sobre el teclado del piano le llevaban a crear auténticas composiciones que su padre transcribía, ya que el pequeño Mozart aún no sabía hacerlo.
Pero sobre todo debemos hablar de su impresionante oído musical, mucho más desarrollado que el de cualquier otra persona.
Mozart poseía oído absoluto, una característica que permite a una persona escuchar un sonido y poder decir cuál es. Aunque parezca una habilidad extraordinaria, en realidad no lo es tanto: algunas personas nacen con él, y muchas otras lo adquieren a lo largo de su vida. Casi todos los músicos lo poseen en mayor o menor medida. Entonces ¿qué tenía de genial el oído de Mozart? Os lo contaré con una anécdota que protagonizó con tan sólo 14 años de edad.
Durante uno de sus viajes, Mozart llega a Roma durante la Semana Santa, teniendo ocasión de asistir a uno de los eventos musicales más esperados: la interpretación del Miserere de Allegri, que se representaba tan sólo en dos ocasiones cada año, el Miércoles y el Viernes Santo, y cuya partitura era secreta, había pena de excomunión para aquel que la copiara o difundiera de alguna manera. Se trata de una obra escrita para dos coros, uno de cuatro voces y otro de cinco: en total 9 melodías que suenan de forma simultánea durante casi 15 minutos. Tras escuchar la obra el Miércoles Santo, Mozart llegó a la posada donde se hospedaba y la transcribió de memoria. Las 9 voces. Los 15 minutos.
Cuando el viernes volvió a la Capilla Sixtina para escuchar por segunda vez el Miserere, pudo comprobar que la transcripción que había hecho apenas se diferenciaba de lo que estaba escuchando. Para mí es una de las más asombrosas muestras de la genialidad de Mozart. También lo fue para el papa Clemente XIV, quien, no sólo no lo excomulgó sino que lo nombró Caballero de la Espuela de Oro.
Yrene Echeverría, Profesora de música y creadora de www.elviolin.com