Los esfuerzos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por instaurar en Libia un gobierno de unidad nacional han sido en vano. El Parlamento de Tobruk ha rechazado su composición. Libia ha quedado nuevamente a la deriva, sin un gobierno que pueda considerarse verdadero. Trípoli exige, entre otros asuntos, el cese del hombre fuerte en quien confía Occidente: Jalifa Haftar; el Parlamento de Tobruk se opone. De vuelta a empezar. Libia continuará instalada en el caos.
El acuerdo de paz y de reconciliación propuesto por la ONU para resolver la crisis en Libia, firmado el 11 de julio de 2015 en la ciudad marroquí de Sjirat, fue solamente el punto de partida para la regeneración política y social del país norteafricano tras el derrocamiento en 2011 del régimen autocrático de Mamuar el Gadafi, proclamado a finales de los años sesenta del siglo pasado y que finalizó con el linchamiento del coronel a manos de rebeldes agrupados en el Consejo Nacional de Transición (CNT), compuesto por opositores que durante la Primavera Árabe combatieron en la guerra civil libia contra el gobierno del dictador.
Tras morir Gadafi se establecieron estructuras político-administrativas para restablecer el orden público. No obstante, comenzaron a hundirse pronto. La situación de Libia evolucionó negativamente hasta casi convertirse en un Estado fallido, alimentando conflictos regionales e incluso el terrorismo en el Mediterráneo y el Sahel. Libia no está acostumbrado a la democracia. Las colonias italianas y francesas, la posterior monarquía Sanusi, y el autoritarismo de Gaddafi que duró 42 años, aumentaron las brechas sectarias en un país que no ha podido crear instituciones para superar desavenencias.
La precaria situación del Gobierno de Trípoli, que nunca consiguió el desarme completo de las milicias colaboradoras en la guerra para derrocar al dictador, y que tampoco llegó a controlar la totalidad del territorio libio, se vio más comprometida después el alzamiento del general Jalifa Haftar, ex coronel del ejército libio que se erige como el nuevo hombre fuerte en quien hoy confían sus países vecinos y Occidente.
En 2014, Haftar fracasó en el intento de privar al Parlamento interino de sus funciones e imponer, antes de la convocatoria oficial de elecciones legislativas anticipadas, una nueva Asamblea constituyente sin islamistas. El Ministerio de Defensa libio apoyó la decisión. Los miembros del restaurado Parlamento habrían de redactar una Constitución que someterían a referéndum popular para su aprobación.
El acuerdo de paz, simbolizado en Marruecos, estipulaba la creación de un gobierno de unidad nacional, establecía que el Parlamento de Tobruk tuviese el poder legislativo, e incluyó la creación de un Consejo de Estado… punto sobre el que el Parlamento de Trípoli manifestó reticencias.
Los representantes del Parlamento de Trípoli habrían avisado con anterioridad que no retornarían a la mesa de diálogo si la ONU se negaba a incluir las enmiendas que introdujeron en la propuesta.
Tras un año de reuniones con los representantes de los dos Gobiernos de Libia, el enviado especial de la ONU para Libia, Bernardino León, propuso seis nombres para conformar un Consejo Presidencial de unidad con un mandato de hasta dos años para amainar las tensiones del país. León, destacaba el anterior 9 de octubre que lo más difícil en la negociación había sido introducir la palabra integración en una nación como Libia. Pero ni con todo el respaldo de la comunidad internacional la ONU tenía garantizado que su propuesta de Gobierno fuera a ser aceptada.
León presionó en agosto a Tobruk para que aceptara las enmiendas al cuarto borrador exigidas por Trípoli y propiciara así que el gobierno en la capital regresara a la mesa de negociación, como finalmente ocurrió… para frustrarse enseguida.
El lunes 19 de octubre, el Parlamento de Tobruk rechazó la composición del gobierno de unidad nacional propuesto por la ONU. Decisión adoptada tras seis horas de discusiones. Libia se ha quedado sin un gobierno que se pueda considerar plenamente legítimo, el martes 20 concluyó el mandato de esta cámara.
Según la Agencia EFE, fuentes cercanas a la Cámara de Tobruk exigen que haya sólo un presidente y dos vicepresidentes. El no a la prepuesta de León es tajante; rechazarán cualquier gobierno de reconciliación nacional y cualquier injerencia del exterior.
La negociación para la composición de un gobierno de unidad nacional se empañó por las agudas discrepancias en el terreno militar. Trípoli ha exigido el cese de Jalifa Hafter, militar que participó en el golpe de Estado que en 1969 llevó al poder al derrocado y ahora extinto Muamar el Gadafi y que años después se convirtió en uno de sus principales opositores en el exilio, a lo que se opone el Parlamento de Tobruk.
Daniel Chanona, alumno en Grado en Periodismo