Iñaki Gabilondo a sus 72 años y con más de 50 años en el mundo de la comunicación, sigue conservando esa voz que ha despertado a muchos españoles durante décadas con el programa radiofónico de la SER «Hoy por hoy«. No sólo su voz, también sus gestos y su mirada siguen transmitiendo, en muchas ocasiones, más que sus palabras. Así es Iñaki. Mantiene esa voz, esa templanza y ese tono con el que sus oyentes y compañeros le han considerado con el «rey de las ondas». Siempre por delante en las audiencias de su compañero de batallas, Luis del Olmo. Se considera un clásico y por ello, necesita escuchar música y leer al menos, 20 minutos al día. Una decena de libros le espera cada mañana al despertar.
Medio siglo después sigue viviendo de la misma profesión que él considera la «más bonita del mundo». A Gabilondo le quiere el micrófono, le quiere la cámara y hoy, le quieren las nuevas tecnologías. El periodismo quiere al maestro y el maestro quiere al periodismo. Lo ha demostrado su trayectoria y todos los premios que ha ido cosechando por el reconocimiento de compañeros y oyentes. Ha conseguido la Antena de Oro, varios premios Ondas (1978, 1986, 1987, 1995 y 2001), el Ortega y Gasset de Radio (1990), el Premio de Periodismo de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (1999), el premio al mejor trabajo radiofónico otorgado por el Club Internacional de Prensa (2002) y el Premio Protagonistas de Comunicación (2005), entre otros muchos.
Ama la libertad y la democracia y es un privilegiado al conocer de primera mano a todos los presidentes de la democracia española. Vivió de primera mano, como director general de TVE, el Golpe de Estado del 23 F. Se considera laico y no comulga con ningún partido aunque unos le tachen de militante del PSOE y otros, de derrocar al PP en las elecciones de 2003, tras el peor atentado de la historia de España.
Sigue manteniendo mariposas en el estómago por la curiosidad, pero sobre todo, por querer entender y hacer entender, «que es lo que debe hacer un periodista», asegura el locutor. Este es el fin del periodista, hacer entender lo que ocurre en la sociedad, sin alejarse de su objetivo: pensar en el otro. Todo ésto, claro está, bajo el paraguas del juego limpio y solo para sobrevivir. La ética es una constante en su vida, de hecho, encierra los 10 Mandamientos en uno solo: NO MOLESTAR.
